A Luis Viracocha lo va  a ver su familia en Navidad. Generalmente tratan de reunirse todos sus hermanos y sus sobrinos para recordar sus ocurrencias en vida. Él murió a los 52 años.

En el cementerio tambien hay Nochebuena

Teresa y Shirley fueron a visitar a sus parientes al camposanto del suburbio. Ambos difuntos tienen el aniversario de muerte el mismo día, una semana antes de Navidad.

Hace siete años, Shirley hizo algo diferente en Navidad: cenó cangrejos. Fue una sorpresa de su abuela Celestina. “Esta vez ya no comeremos lo mismo de siempre”, le dijo ella, con una sonrisa.

En esta Navidad, Shirley rememora la inusitada comida de aquella vez, porque no podrá repetirla. Su abuela, quien la crió desde los 5 años, no estará, pues una semana antes de esta fecha especial, el 18 de diciembre, cumplió seis meses de fallecida. Celestina exhaló su último suspiro a los 67 años debido a un paro cardíaco.

Una ausencia que pesará para Shirley en este 2019. La mujer, de 27 años y madre de una niña de 6, confiesa que fue difícil perder a su ‘abue’ en época navideña.

Por eso en estos días cambió la rutina para ella: las preocupaciones por regalos, comida y chocolate pasaron a segundo plano. Ahora lo importante es visitar la tumba de Mami Cele –como cariñosamente le decía Shirley– en su aniversario de muerte y en Navidad.

Y así lo hizo. En vísperas de Nochebuena, acompañada de su niña, de su hermana y de una sobrina, fue al cementerio Ángel María Canals, en el suburbio de Guayaquil, para ver a su viejita. Fue una tarde de sentimientos encontrados: la tristeza de llorar a quien no está, y la alegría al recordar sus ocurrencias.

“Ella pedía que la cremen, porque decía que no quería estar en ese hueco frío”, cuenta Shirley. “Ella era frontal y a veces decía malas palabras, pero siempre me inculcaba que sea respetuosa con la gente”.

Aunque no le gusta mucho el crustáceo, Shirley no descarta en alguna Navidad preparar cangrejos para comerlos en honor a Mami Cele. Eso sí, con arroz, maduro y salsa, como a ella le gustaba.

La ‘caída’ en ‘gallada’

Teresa Calle tiene una vajilla especial en casa que solo usa en ocasiones especiales. No es de oro, ni de plata, ni nada parecido. Pero fue el último regalo navideño que le hizo su hijo, Luis Viracocha.

En este año será la segunda Navidad que no pueda verlo. Solo recordarlo al elevar la mirada hacia el nicho 7.235 –con rejas grises–, en el mismo camposanto donde sepultaron a Mami Cele.

Luis y Cele no solo comparten el mismo cementerio. Tienen otro hecho en común: el mismo día en que Cele cumplió seis meses de fallecida, Luis cumplió un año de haber dejado este mundo.

Los Viracocha Calle visitaron a Luis en el aniversario de su deceso y también en Navidad. Una costumbre que adoptaron por las circunstancias.

La familia completa trata de reunirse. Teresa, su esposo, sus otros dos hijos, e incluso, sus nietos siempre van al cementerio. Porque así les gusta recordar a Luis juntos.

Teresa es muy emotiva cuando rememora a su hijo. Cuenta que siempre fue una persona que irradiaba simpatía y era un parrandero de primera al recibir el año. Iba por las casas de sus familiares bailando lo que más podía.

Esa energía se le fue en los últimos cuatro años, cuando por una mala operación quedó postrado en una silla de ruedas. “Lo cuidaba, lo cambiaba todos los días”, narra Teresa.

Ahora ella y los suyos van a ver a otro amor al cementerio, pues por falta de recursos, Luis comparte el nicho con otros dos parientes que se le adelantaron hace unos años.

La semana pasada ‘guapearon’ el nicho. Lo pintaron y le pusieron rejas, pues ahora que están tres necesitaban fierros para guindar más flores.