Cataluna: entre la perplejidad y el pragmatismo

¿Cómo entender lo que ha sucedido en Cataluña este último mes? Algo que es claro y que hay que tener en cuenta es que como nunca resultan imposibles las simplificaciones. El ánimo más parecido a lo objetivo sería la perplejidad.

¿Cómo explicar por ejemplo que en un mes se haya producido, como en cámara lenta, desde el “referéndum” por la Independencia hasta la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) el viernes pasado y, horas después, la destitución del presidente y del gobierno de la Generalitat para concluir el último día del mes en el viaje del expresidente Carles Puigdemont a Bruselas, en compañía de cinco exconsejeros, mientras el Gobierno español aplica el art. 155 de la Constitución para intervenir la autonomía catalana, sin mayores estridencias, conflictos ni víctimas (a Dios gracias). Toda la expectativa y pasión (familias que se han comprometido a no hablar de política mientras están reunidos para poder comer en paz), hasta la cólera y los sarcasmos puestos en acción, han quedado congelados. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta las elecciones del 21 de diciembre, aunque una encuesta aparecida en La Vanguardia el último día de octubre, se da la victoria a los independentistas?

Algún colega universitario de una universidad catalana me decía que lo que se estaba viviendo aquí era el fin de los grandes Estados nacionales herederos de la política napoleónica y que Europa debería aceptar que tarde o temprano estaría formada por pequeñas o medianas naciones. Algo así como lo que sucedió con el Imperio Austro-Húngaro tras la derrota de la Gran Guerra, que se fragmentó en varias y pequeñas repúblicas.

Otro colega en cambio me argumentaba que en esta época de globalización, pese al terrorismo y a las xenofobias desatadas por todas partes, eran simplemente imposibles esas naciones pequeñas, incapaces de sobrevivir desde su identidad cultural. Nadie en la Unión Europea reconoció ciertamente a la Cataluña independiente.

Para unos y otros el proceso sigue. Nadie puede hablar del fin del proceso. La perplejidad, signo del tiempo.