Castracion quimica

Siguiendo con el tema de la despenalización del aborto, sobre todo por violación a niñas y a adolescentes, parecería que la solución más fácil es permitirlo y abrir esa opción que en nada sanciona al origen del problema, el cual es el abuso, la violación, el trauma psicológico y todas las derivaciones que produce este hecho concreto de la violación. Estudios importantes relacionan las violaciones al nivel de pobreza, y el problema es mundial. Según el estudio de National Crime Victimization, de Estados Unidos, las estadounidenses con un ingreso menor a 7.500 dólares al año reportaron ser víctimas de agresión sexual doce veces más que quienes tenían un ingreso de 75.000 dólares anuales o más. El mismo informe dice que el alcoholismo y la drogadicción son los factores de mayor riesgo que impulsan a los agresores. Adicionalmente, el estudio señala que el nivel cultural también es un agravante, junto a la falta de sanciones severas a los agresores. Allí está el coctel de terror: pobreza, falta de cultura, ausencia de sanciones, alcoholismo y drogadicción. Pregunto, ¿si permitimos el aborto en niñas y adolescentes violadas, se habrá terminado el problema si no hemos atendido los factores disparadores de la agresión? Hay lugares como Nairobi, en los que se implementó un programa de empoderamiento de niñas y adolescentes, logrando reducir el riesgo de violación en un 63 %, según estudios serios. El programa se llama “No, es No, en cualquier parte del mundo”. Se da a niñas entre 10 y 20 años, y ya que la mayoría de las agresiones sexuales se cometen por un familiar o conocido, se les enseña a identificar el riesgo a tiempo, a decir que no de manera eficaz, también a cómo escapar y, si las palabras no bastan, cómo usar la defensa personal física.

Por otro lado está el fortalecimiento de la sanción a los violadores. Países vecinos como Colombia ya tienen vigente una ley que permite la castración química desde 2018; en Perú está por aprobarse; en los Estados Unidos seis estados la tienen como obligatoria. Decía Bertrand Russel: “Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar”.