El carnaval y las mascaras
Hoy comienzan las festividades del carnaval, nacional y mundial, las cuales siempre han tenido una particularidad: en ellas convergen y se simbiotizan lo sagrado y lo pagano. Se inicia el periodo del dominio y del gobierno del rey Momo. Algunas sociedades tropicales, y también las que no lo son, expresan su alegría, entusiasmo y frenesí en estos festejos. Ciertos especialistas y estudiosos de este hecho y proceso dicen que crea un ambiente psicosocial y cultural en el que las represiones y limitaciones sociales se rompen. Es un momento en el que los colectivos humanos quieren experimentar, en cuerpo y piel, bailes y bebidas, lo que significa estar bajo el dominio de los sentidos. De igual modo, bajo este mismo ambiente de carnaval y, determinadas por él, se inventaron las máscaras. Con ellas se oculta la identidad de quienes participan en la celebración. Incluso, ese juego de enmascaramiento es creado, usado y difundido para muchos hechos sociopolíticos, para ocultarse y ocultar sus reales intenciones.
Algunos sociólogos y politólogos dicen que la festividad del carnaval se parece a la dinámica de los procesos electorales, pues políticos, organizaciones y líderes enmascaran sus propuestas, intenciones y objetivos. Hasta se disfrazan ellos mismos para que la ciudadanía no los reconozca en su real condición, en su tipo de personalidad y en el perfil psicosocial que los caracteriza. Curiosa y singularmente, el Ecuador está inmerso en este momento histórico en el que hay una ritualidad parecida al carnaval. Máscaras y enmascaramiento parecen estar a la orden del día. De ellos se han valido líderes y organizaciones para ocultar hechos que en otras condiciones y circunstancias deberían haber sido develados: corrupción, tráfico de influencias, sobreprecios, obras públicas mal construidas y toda una serie de hechos que tendrían que haber salido a la luz pública.
Ante la definición electoral del 2 de abril es bueno que la ciudadanía pida que se dejen de lado las máscaras y el enmascaramiento de los hechos del acontecer económico, social, político e institucional. Lo mejor es ser transparente. Pero, ¿será posible que lleguen a tal grado de sinceridad y de revalorización ética?
El país espera que esto se dé. Ojalá los finalistas lo hagan porque el Ecuador no puede seguir bajo el imperio de los ocultamientos y el juego de máscaras al que acuden algunos políticos.