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Asamblea- Pazmiño- Veloz
Selfi. “Un gran día”, escribió Mireya Pazmiño bajo esta foto y la puso en su estado del teléfono. Ni ella ni Viviana Veloz imaginaron jamás tanto poder.Cortesía

Cara y cruz de las estrellas del golpe

Sólo una Mireya Pazmiño sería capaz de abochornar a una Viviana Veloz. Porque ambas son irreductibles a la vergüenza

En el momento culminante de la rueda de prensa, la presidenta de la comisión parlamentaria constituida para tumbar al presidente de la República, la correísta Viviana Veloz, puso pies en polvorosa. Ante el micrófono quedaba su segunda de a bordo, Mireya Pazmiño, en el punto más alto de su desenfreno. Pazmiño tiene una particular manera de somatizar las pasiones, por lo general negativas, que bullen en sus entrañas: la cabeza le tiembla casi imperceptiblemente, una finísima red de vasos capilares aflora en sus mejillas curtidas por el sol de la serranía y las comisuras de sus labios se contraen en una sonrisa enigmática. Vidriosos destellos de sus ojos claros iluminan el rostro arrebolado, confiriendo al conjunto un inquietante brillo de locura. Como cuando a los personajes de Condorito se les dibujan espirales en las cuencas. En esos momentos, quitarse del medio, como hizo Viviana Veloz el jueves 2 de marzo, quizá sea lo más prudente. Pero quedarse, en cambio, puede resultar extremadamente entretenido.

“El juicio político va porque va”, ha dicho contra toda lógica y sin el menor tacto la asambleísta Pazmiño. Ese “va porque va” debe entenderse como “diga lo que diga la Corte Constitucional”. Ahí parada ante un enjambre de periodistas, el odio indisimulado que siente por el presidente de la República empieza a minar su compostura y pugna por exteriorizarse en una precipitación de palabras atropelladas: “Los ecuatorianos dicen ya, demos solución a este problema que es Guillermo Lasso Mendoza -despacha Pazmiño, colorada y tembleque-. La Corte Constitucional, ha habido muchas veces que se ha pronunciado en favor del gobierno. Pero queremos que ahora escuche lo que dice el pueblo ecuatoriano. Y si no pasa por la Corte Constitucional el juicio político, hay otras alternativas”.

-¿Como cuáles? -dispara una periodista a quemarropa-.

-Cuando el presidente un día dice una cosa y al otro día dice una cosa -empieza el desvarío de Pazmiño-. Cuando el presidente se fractura el pie y al otro día está caminando. Estará-qué-qué-le-pasará al presidente también mentalmente, ¿no? Habrá que ver -dice con ese raro extravío en la mirada-. Habrá que ver de dónde vienen los aportes también a su campaña. Habrá que ver cómo sus hijos compraron las acciones para tener paraísos fiscales. Ahí esta: tenemos Contraloría, tenemos CNE, tenemos Corte Constitucional y tenemos Asamblea, pero aquí el gran problema es Guillermo Lasso Mendoza y hay muchos caminos para deshacernos de ese problema.

-¿Está hablando de incapacidad mental?

-Vea, nosotros hemos escuchado al presidente decir un día una cosa y al otro día otra cosa. Y no es que yo lo digo, ustedes lo saben y está en sus sonrisas que me están aceptando que tengo razón.

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En su delirio, Mireya Pazmiño pierde la perspectiva de las cosas: los periodistas se ríen, en efecto, pero no con ella sino de ella. Es tan insólita su confesión abierta de golpismo que Viviana Veloz, un paso atrás y a su izquierda, no para de moverse nerviosamente y cuchichear en el oído de su colega Diego Esparza. Lo que está diciendo su vicepresidenta de comisión (y si la presidenta tuviera a mano un saco de arena se lo vaciaría en la boca ahora mismo) es que el objetivo de todo este proceso no ha sido otro que tumbar al presidente a como dé lugar; que si no sirve este pretexto de la traición a la patria o lo que fuera ya encontrarán otro cualquiera y que la Constitución, en este empeño, es un estorbo más que una ayuda. Por último será a balazos. Al contrario de los periodistas, Viviana Veloz no le encuentra gracia. Ha gastado demasiado tiempo y esfuerzo en guardar por lo menos una apariencia de institucionalidad (cosa que no ha conseguido en absoluto pero ella no lo sabe) para que venga ahora Pazmiño a ponerla en evidencia. Cuando la oye decir eso de “si la Corte Constitucional no responde al país, también tenemos las calles”, opta por escabullirse de allí y abandonarla a su suerte.

Sólo alguien como Mireya Pazmiño sería capaz de provocar el bochorno de alguien como Viviana Veloz. Porque Veloz, en este aspecto y no menos que Pazmiño, es irreductible a la vergüenza. De hecho, juntas llegaron a donde están (a la cabeza de la investigación contra el presidente de la República) gracias al proceso más desvergonzado que se haya seguido nunca en la Asamblea para conformar comisión alguna. Diseñaron un grupito de siete integrado por una correísta (Viviana Veloz), un independiente que vota con los correístas, un socialista aliado de los correístas, uno de los asambleístas de la Izquierda Democrática que coquetea con los correístas, un socialcristiano conchabado con los correístas, una expulsada de Pachakutik a quien pusieron en representación de Pachakutik contra la voluntad de Pachakutik (Mireya Pazmiño, de corazón correísta) y, quizá porque no había más remedio, un oficialista. La llamaron “comisión multipartidista”. Para entonces ya había una comisión, la de Justicia, investigando las implicaciones del caso Encuentro. Y la ley de la Función Legislativa estipula que, cuando una comisión asume un tema de fiscalización, ninguna otra puede hacerlo. Pues se lo quitaron igual. Y cuando la comisión de Justicia quiso seguir investigando, invocaron el artículo de la ley que acababan de violar y se lo impidieron. Todo, por supuesto, perfectamente ilegal. Así con Viviana Veloz y Mireya Pazmiño.

Desde entonces, juntas han manipulado cuanto informe, testimonio o ley de la República se ha cruzado en su camino con el fin de levantar un caso contra Guillermo Lasso, a quien odian con la intensidad que prescribe el famoso valsecito criollo: “sin medida ni clemencia”. Quizá su obra maestra es la fabricación del caso de traición a la patria sobre la base de un artículo del Código Penal que hicieron pasar previamente por la sala de edición. Donde la ley establece que una de las formas de la traición a la patria es “No informar de la aproximación del enemigo o de circunstancia que repercuta directamente en el conflicto o en la población civil” (se entiende que en casos de guerra), el informe de la comisión de Veloz y Pazmiño cita: “No informar (…) de circunstancia que repercuta directamente (…) en la población civil”. Ya que la conducta del presidente no se adecuaba al tipo penal, había que adecuar el tipo penal a la conducta. A martillazos. O tijeretazos.

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Semejante insólita audacia, que no excluye una dosis importante de desvarío, es propia de gente peligrosa. Gente sin escrúpulos. Gente que no se detiene ante nada para lograr sus objetivos. No, no es por no compartir sus ínfulas golpistas, como diría al día siguiente, que Viviana Veloz abandonó a Mireya Pazmiño en aquella rueda de prensa. Es porque, ante la desfachatez de su colega, de alguna extraña manera se sintió desnuda. Y quizá por primera vez desde que se dedica a la política le dio lo que no le da nunca: un ataque de escrúpulos.

Entre la ignorancia y la mala fe

En el informe de Veloz y Pazmiño, que el Pleno de la Asamblea aprobó con un margen de votos suficiente para destituir al jefe de Estado, es difícil saber dónde termina la mala fe y empieza la ignorancia pura. A veces, sí, es claro:

Mala fe: el informe acusa al presidente de haber reformado una ley mediante un decreto al disponer que el titular de la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) presida los directorios de todas ellas. La verdad es que eso ya constaba en la ley desde mayo de 2017, solo que no se aplicaba.

Ignorancia: a lo largo de todo el informe se sostiene que Hernán Luque, presidente de EMCO, es un delegado del presidente. No hay tal: es un funcionario cuyas funciones están establecidas en la ley. La responsabilidad política de sus actos no se transfiere al presidente, porque este no es un delegante.