Cambio

Una vez entregadas las credenciales por parte del CNE a Moreno y Glas, se espera el cambio de mando el miércoles próximo, el cual se produce con algunas situaciones sociales y políticas dignas de analizar.

El Ecuador de los últimos meses nos mostró una población polarizada, dividida y con la necesidad de retomar los espacios públicos como ambientes de protesta ante las situaciones que se presentan en el Estado. Un ejemplo de ello fueron las protestas pacíficas de ciudadanos fuera de las instalaciones del CNE, a propósito de los resultados obtenidos en la primera y segunda vuelta electoral. Mientras ese escenario definía la tendencia social, otros espacios también comenzaron a poner “la casa en orden” antes de partir y así, algunos más sorprendidos que otros, observamos cómo en estas últimas semanas los asambleístas que estuvieron en funciones hasta el domingo pasado, cerraron su actividad con acelerados procesos de aprobación de informes para debate de leyes de importancia, e incluso de polémicos proyectos como el que crea grupos de civiles para la protección de autoridades y de las instalaciones de bienes del Estado.

Ante ello y a las puertas de un cambio de gobierno, del cual aún no está claro si será una continuación del correísmo o marcará su propio ritmo y tendrá su sello en lo que se refiere a la gestión, los discursos del presidente electo han sido conciliadores y con llamados al diálogo, pero sin un pronunciamiento claro de temas urgentes en los cuales la ciudadanía espera definiciones a corto plazo; aspectos muy importantes, que van desde la gobernabilidad y la relación con otros niveles de gobierno, la producción y los temas de corrupción, hasta las decisiones económicas que se tomarán para el nuevo periodo.

Lenín Moreno se enfrenta a un reto: ser el presidente de un Ecuador actualmente polarizado, donde escuchar a afines y opositores será necesario para las decisiones generales del país en beneficio de todos, sin divisiones de edad, clase, riqueza o forma de pensar.