Condecoración. El ultraderechista László Kövér luce la medalla que le impuso la izquierdista Elizabeth Cabezas.

Cabezas honra a la ultraderecha

Sesión solemne de la Asamblea para condecorar al presidente del Congreso de Hungría. László Kövér es uno de los políticos más derechistas de Europa.

A la carrerita bajaban los empleados legislativos de los pisos altos. Otros venían del edificio Alameda, a cuatro cuadras de distancia, apurados por los funcionarios de protocolo que los requerían para hacer bulto en el salón del Pleno, no fuera a ser que hicieran quedar mal a la presidenta en sus primeros pinitos de diplomacia parlamentaria. El ultraderechista László Kövér, presidente del Parlamento de la República de Hungría, se encontraba de visita oficial en la capital y Elizabeth Cabezas montó todo un tinglado de formalidades en torno a una sesión solemne a la que no asistieron dos tercios de los asambleístas. Los de protocolo, para disimular, llenaron los escaños vacíos con quien tenían a la mano: empleados legislativos.

La semana pasada estuvo aquí el presidente del Perú y no mereció ni la cuarta parte de atenciones. Cabezas lo recibió casi secretamente en el área de oficinas mientras el Plenario debatía, abajo, sobre cuestiones importantes. Ahora, en cambio, hubo despliegue de seguridad que interrumpió el tránsito en ocho manzanas alrededor de la Asamblea. Y entrega de condecoración: la medalla José Joaquín de Olmedo le fue impuesta al político húngaro que viene de firmar una ley que prohíbe a los sin techo, so pena de cárcel, dormir en la calle.

Pausado y solemne, en la dulcísima fonética magiar que no tiene parentesco con ninguna lengua, Kövér pronunció su discurso de ocasión ante un auditorio de burócratas que él creía asambleístas, multiplicando las razones de amistad entre dos pueblos tan distantes, encontrando motivos de identificación mutua hasta en los hórridos esperpentos del mural de Guayasamín que tenía a sus espaldas. Los asambleístas que llegaban con retraso y encontraban ocupados sus lugares buscaban dónde acomodarse. Por atrás quedó José Serrano, prendido al celular, mientras algún asistente de contabilidad se apoltronaba en su butaca.

A su turno, con cierta torpeza, Elizabeth Cabezas leyó un discurso a todas luces escrito por otra persona y con el que evidentemente no tuvo tiempo de familiarizarse. Invocó el espíritu de Franz Liszt (“Fran”, dijo, como si lo oyera nombrar por primera vez), Bela Bartok y Agnes Heller, la filósofa marxista que a Kövér quizá le produce náuseas, y dejó caer una miríada de lugares comunes de repertorio que solo revelaron una cosa: que entre los parlamentos de Ecuador y Hungría no hay agenda común alguna.

Habló de “las cambiantes exigencias de la representación política”. Urgió a “profundizar la confianza de la ciudadanía”. Planteó la necesidad de “incorporar formas de democracia participativa en las deliberaciones, sistematizar la fiscalización e innovar la comunicación que dinamice las relaciones de la sociedad civil y de los actores políticos”. En suma: paja. Si el visitante fuera ucraniano el discurso sería el mismo. En la lectura monótona y desapasionada de su discurso, hasta la alusión a la muerte de las ideologías (“metarrelatos ideológicos y filosóficos”, dijo la presidenta), sonó más como una fórmula retórica vacía de contenido que como una manera de justificar su novísima relación con la ultraderecha europea.

El caso es que, a partir de esta visita, la presidenta anunció la constitución de un grupo parlamentario de amistad con Hungría. En las legislaturas del período correísta, grupos de esta naturaleza abundaron y, gracias a ellos, los viajes de los legisladores por el mundo se multiplicaron. Diplomacia parlamentaria, la llaman los participantes. En la práctica, es una de las maneras más eficientes de que disponen los asambleístas para justificar viáticos internacionales y costos de pasajes aéreos intercontinentales. ¿Quién se apunta? Entre los pocos asistentes a la sesión solemne de ayer figuraba Silvia Salgado, a quien le fue tan bien, en una legislatura anterior, en su faceta de amiga de Irán. Ahora, de hecho, la propia Elizabeth Cabezas recibió ya, de parte del propio László Kövér, la invitación oficial para visitar Budapest, la perla del Danubio. El fastuoso parlamento de ese país la espera con las puertas abiertas. En su seno, seguramente, repetirá la presidenta su discurso plagado de lugares comunes y buenas intenciones. Su viaje, sin duda, reportará invalorables beneficios a las dos naciones.

A la derecha de la derecha

László Kövér pertenece al Fidesz, Unión Cívica Húngara, el partido nacionalista y populista de ultraderecha que tiene como líder a Viktor Orbán, el controvertido presidente de ese país. El Fidesz puso a Hungría a contracorriente de las políticas de emigración de la Unión Europea. Muchos lo acusan de haber instaurado un sistema xenófobo en el país europeo.