Brasil frente al futuro

Brasil tiene tres semanas para decidir su destino, una vez que los dos candidatos a la presidencia, el ultraderechista Jair Bolsonaro y el postulante izquierdista del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, pasaron a la segunda vuelta tras las elecciones del domingo último.

El primero, diputado y excapitán del Ejército brasileño, ha tenido una cuestionada carrera política por sus polémicas declaraciones acerca de la dictadura militar que gobernó el país de 1964 a 1985, las mujeres y grupos Glbti, las cuales fueron interpretadas como retrógradas y atentatorias a los derechos humanos por parte de varias organizaciones.

Haddad, por su parte, carga con el lastre de una organización plagada de denuncias de corrupción que llevaron a la cárcel a su líder máximo, Luiz Inácio Lula da Silva, aunque aparentemente aquello no pesó tanto en el electorado, que hasta hace un mes le daba al exmandatario el 40 por ciento de intención de voto, frente al 20 de Bolsonaro. Sin embargo, el hecho de que Haddad, exalcalde de São Paulo, haya sido declarado heredero de Lula, no garantizó el respaldo de la sociedad brasileña, que le dio solo el 29 por ciento de los sufragios frente al 46 de su contendor, lo que demuestra claramente que los votos no son endosables.

Esta dicotomía ha puesto en aprietos al país más grande de América Latina, que clama por medidas urgentes frente a la corrupción y los altos índices de violencia originados por el narcotráfico. El contexto ha sido aprovechado por Bolsonaro, quien, valiéndose del miedo ciudadano, plantea medidas que van desde la aprobación para que los ciudadanos porten armas hasta la creación de marcos jurídicos para el uso policial de la fuerza cuando los delincuentes hagan ostentación de armamento.

Desde este punto de vista, el discurso de enfrentar con mano dura a la delincuencia ha tenido repercusiones en el electorado, que ha puesto su seguridad por encima de sus propias libertades y que, por otro lado, también exige que la justicia sancione a los involucrados en escándalos de corrupción durante el llamado socialismo del siglo XXI, que también polarizó a otras naciones como Argentina, Ecuador y Venezuela.

Brasil merece propuestas serias y planes de trabajo concretos que alivien la crisis, pero sobre todo unidad y libertad para que los ciudadanos se desarrollen en un país próspero y tolerante.