Ecos. El congresista Bruno Araújo, aupado por colegas opositores tras pronunciar, la noche del domingo, el voto que confirmó la derrota del Gobierno.

Brasil se contempla en el triste espejo del Congreso

“Que Dios tenga misericordia de esta nación”. La frase pronunciada por el presidente del Parlamento brasileño, Eduardo Cunha, durante la votación del juicio político contra Dilma Rousseff, bien puede describir la situación que vive el país.

“Que Dios tenga misericordia de esta nación”. La frase pronunciada por el presidente del Parlamento brasileño, Eduardo Cunha, durante la votación del juicio político contra Dilma Rousseff, bien puede describir la situación que vive el país.

Cunha, imputado por corrupción y blanqueo de dinero, presidió el domingo la votación que dio luz verde al proceso contra la presidenta, durante una sesión en la que los legisladores ofrecieron un espectáculo más propio de un circo que de un recinto parlamentario.

“Yo soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor”, entonó la oposición arrastrada por el frenesí, cuando el opositor Bruno Araújo pronunció el voto 342 a favor del juicio contra la presidenta y confirmó la derrota del Gobierno.

“Cuánta honra me reservó el destino para dar este grito en nombre de todos los brasileños”, dijo el diputado del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) al dar la victoria a la oposición, que estalló al grito de “Fora Dilma” y rodeó a Araújo como si fuera el goleador que hubiera dado el triunfo a la selección nacional en la final de un Mundial.

Fue el colofón a una sesión cercana a veces al surrealismo y que mostró escenas más propias de una pelea callejera que de un debate parlamentario.

En los 10 segundos que tenían para argumentar la razón de su voto, solo un puñado de diputados habló del maquillaje de las cuentas públicas que sirve de pretexto para el juicio; muchos invocaron a la patria antes de emitirlo, aunque hubo también quien se encomendó a “Santa María Magdalena”.

“Contra la demagogia, por un gobierno decente”, gritó un opositor para argumentar su apoyo al proceso, sin reparar en que más de un centenar de los legisladores que participaron en la sesión tiene cuentas pendientes con la Justicia.

“Esto pasará a la Historia como la mayor farsa de la democracia brasileña. Una presidenta juzgada por un tribunal compuesto por un presidente del Parlamento y más del 50 % de sus miembros acusados por la Justicia”, denunció Waldenor Pereria, del gobernante Partido de los Trabajadores (PT).

“Pedí a Dios que me diese sabiduría para hacer un voto con dignidad, que me iluminase en este momento, para votar a favor del ‘impeachment”, espetó un diputado opositor.

“Pocas veces escuché tantas menciones al nombre de Dios en vano”, protestó un legislador del PT, cansado de las invocaciones divinas.

Hubo más dedicatorias surrealistas, especialmente de quienes defendían la destitución: “A mi tía Eurídice por educarme y cuidarme en mi infancia”, “Por mi esposa Paula”, “por mi hija que va a nacer y mi sobrina Helena”, “por mi familia y mi Estado”, “por Dios”, “por los evangélicos”, “por la defensa del petróleo”, “por los agricultores”, “por el café” e incluso “por los vendedores de seguros de Brasil”.

Hubo quien fue más allá en la justificación de su voto, como Jean Willys, exparticipante del programa Gran Hermano, que envuelto en una bandera roja cargó contra “los ladrones, torturadores, analfabetos políticos y vendidos”, y, en nombre “del pueblo negro”, votó “contra el golpe” y se despachó llamando “canallas” a los opositores y escupiendo en dirección a uno de sus rivales políticos.

Brasil se miró al espejo en la histórica sesión, y el reflejo no les gustó a muchos. En las redes sociales muchos comentarios dicen avergonzarse del nivel de unos diputados que son poco conocidos, que pertenecen a formaciones muy minoritarias (como el Partido de la Mujer Brasileña, que nació con 20 diputados -solo dos mujeres- y al que solo le queda un representante) o que no asisten a las sesiones. Wladimir Costa, que disparó una bomba de confetis tras gritar que los casos de corrupción que acosan al PT le están disparando “un tiro al corazón del pueblo brasileño”, fue el diputado que menos fue a la Cámara en 2015. De 125 sesiones, se perdió 105.