Brasil campo de prueba

Algunos analistas políticos latinoamericanos, ciertos de ellos pensando con el deseo, otros intentando ser objetivos en sus apreciaciones, han utilizado una metáfora que se viene repitiendo: la de las fichas de dominó que colocadas verticalmente, a distancia adecuada, una empuja a la otra cuando cae la primera. Bajo esa visión se ha presumido, o deseado, que Venezuela sería la ficha desencadenante de una sucesión de acontecimientos que dejarían fuera del poder a los autodenominados socialismos del siglo XXI, nomenclatura que como se sabe, aglutina especies políticas parecidas pero no necesariamente idénticas.

Luego de los sucesos de Brasil conviene arriesgar una catalogación preliminar, acentuando en lo que dichos regímenes tienen en común.

Venezuela ha constituido una alianza que se llama a sí misma cívico militar y en efecto lo es. La participación de las Fuerzas Armadas, desde entonces calificadas como bolivarianas es, a partir de la condición militar de Hugo Chávez, un hecho real. Mal podría esperarse allí una insurrección castrense. Si Maduro pierde el poder será porque, con gran esfuerzo, el sector del pueblo que se le opone logra derrocarlo. La vía legal hacia ese propósito es, hasta donde se puede visualizar, un sueño de perros.

Con matriz común aderezada con fuertes contenidos étnicos se dan las cosas en Bolivia. En efecto, la comunidad entre el Gobierno y “sus” Fuerzas Armadas son los respetables ancestros precolombinos. Al respecto, un pensador lúcido establecía una novedad en el continente: la de que los gobernantes se parecen a sus pueblos, situación con escasos antecedentes históricos. Por ello, pese a la derrota en la búsqueda de la reforma hacia la reelección indefinida, el de Morales es el gobierno más sólido entre los de su vertiente política.

Por su parte, en el Ecuador se intenta compartir una cada vez más difusa valoración ideológica, pretendiendo conducirla, luego de la muerte de Chávez. La caída de los precios del crudo perturba la posibilidad de ese liderazgo y complica la calidad de los análisis, peor todavía los pronósticos.

Por ello, Ecuador, Bolivia y Venezuela han reaccionado prontamente en apoyo a Rousseff. El porvenir de sus gobiernos está fuertemente vinculado al acontecer brasileño, más todavía luego de los resultados argentinos.