Borron y cuenta nueva

En mi hogar paterno el 31 de diciembre se solía festejar a todo dar. Las fiestas o reuniones en la familia Luque eran inclusivas, esto es que a veces cruzábamos al año nuevo con gente que no habíamos visto antes y a veces con gente que jamás volveríamos a ver. Así era: nuestros padres, la banda, la música, el baile, el champán, el Old Parr, la alegría, el juego, los símbolos estuvieron presentes con el ¡Feliz Año Nuevo! Así crecimos.

En el tránsito de un adviento severo, de unas novenas familiares para formar en las generaciones siguientes el espíritu de la verdadera Navidad, de repente, en los 6 días que hay entre el 25 y el 31, la familia se convertía en pagana total: viva la fiesta, viva la diversión. Esa era la forma paterna de mostrar la gratitud ante Dios, ante los prójimos y ante la vida. Gratitud que es un pilar de una vida plena. Imprescindible que a estas alturas sepa a quiénes debe agradecer en este fin de año.

Mis padres inculcaron en mí la seguridad de que luego de que estás en paz contigo mismo al renovar tu compromiso con el Niño Dios, el calendario te permite, hacer un borrón y cuenta nueva para esperar el ansiado calendario en blanco.

Leyendo a varios excelentes columnistas en esta semana, es normal tener temor frente a la incertidumbre de qué clase de país tendremos desde enero. Podemos sentirnos amenazados, asustados, angustiados y a las puertas del 2019, quizás olvidemos que más bien debemos prepararnos para comprender que vamos a tener que dar más allá de nuestras capacidades si queremos dejar un mejor lugar donde vivir a nuestros hijos, a nuestros nietos, y en general a nuestro prójimo. Veamos la gran oportunidad que se nos presenta al renovar nuestro compromiso con la vida; de eso se trata que este 31 podamos hacer propósitos valederos para que al final del 2019 no solo estemos satisfechos con nosotros mismos, sino que estemos orgullosos de haber crecido como seres humanos. Allí está una hoja en blanco que nos da la vida, aprovecharla o no está en nuestras manos.