Hacia el bimonetarismo

Desde el inicio del gobierno, sus personeros han manifestado que la dolarización es un mal necesario. Necesario por cuanto su terminación conllevaría el caos y el consecuente desgaste catastrófico del Gobierno. Lo que no se dice es que el esquema monetario vigente es preferido por la casi totalidad de la población. Cualquier cambio en el modelo vigente conllevaría la emisión de una nueva moneda que se depreciaría no bien salida a la circulación; su vigencia estaría vinculada a la especulación de precios y oferta de productos, a los consecuentes controles cambiarios, y a la creación de mercados paralelos e ilegales de la divisa.

El Gobierno argumenta que todas las restricciones impuestas a las importaciones y la subida de los impuestos obedecen, como razón principal, a la defensa de la dolarización. No es exactamente así pues la presión que ejerce el gasto fiscal sobre la demanda agregada (que es una sola, de ahí su nombre) se disemina por todos los ámbitos de la economía, y ejerce presión sobre la balanza de pagos. Hay un efecto colateral adicional y es que al apropiarse el fisco de la escasa liquidez existente (por la vía de las exacciones tributarias exageradas) induce a la recesión al sector productivo e impacta seriamente al sector laboral.

La emisión de dinero electrónico no es opción. Aun cuando el Banco Central tenga la capacidad de crear asientos contables que constituyan préstamos al Gobierno, lo que de por sí constituye una aberración, tal emisión estaría destinada a sostener el gasto gubernamental sin el debido respaldo. El Gobierno utilizaría el dinero así creado, de la nada, para pagar sus obligaciones con los burócratas y los contratistas locales, y al hacerlo habrá dado paso al bimonetarismo (“dólares” electrónicos y dólares especie). Dada la preferencia por la “moneda dura”, el mercado rechazará la iniciativa del dinero transado en carteras electrónicas, mientras exista la opción de las transacciones en dinero en efectivo, o mediante cheques girados en dólares con respaldo de saldos.

El estrangulamiento tiene efectos perversos. La dolarización ha probado con creces su valor y virtudes.

El bimonetarismo es una imposición que no tiene futuro y la insistencia en la vigencia del mismo producirá daños irreversibles a la economía.

Desde el inicio del gobierno, sus personeros han manifestado que la dolarización es un mal necesario. Necesario por cuanto su terminación conllevaría el caos y el consecuente desgaste catastrófico del Gobierno. Lo que no se dice es que el esquema monetario vigente es preferido por la casi totalidad de la población. Cualquier cambio en el modelo vigente conllevaría la emisión de una nueva moneda que se depreciaría no bien salida a la circulación; su vigencia estaría vinculada a la especulación de precios y oferta de productos, a los consecuentes controles cambiarios, y a la creación de mercados paralelos e ilegales de la divisa.

El Gobierno argumenta que todas las restricciones impuestas a las importaciones y la subida de los impuestos obedecen, como razón principal, a la defensa de la dolarización. No es exactamente así pues la presión que ejerce el gasto fiscal sobre la demanda agregada (que es una sola, de ahí su nombre) se disemina por todos los ámbitos de la economía, y ejerce presión sobre la balanza de pagos. Hay un efecto colateral adicional y es que al apropiarse el fisco de la escasa liquidez existente (por la vía de las exacciones tributarias exageradas) induce a la recesión al sector productivo e impacta seriamente al sector laboral.

La emisión de dinero electrónico no es opción. Aun cuando el Banco Central tenga la capacidad de crear asientos contables que constituyan préstamos al Gobierno, lo que de por sí constituye una aberración, tal emisión estaría destinada a sostener el gasto gubernamental sin el debido respaldo. El Gobierno utilizaría el dinero así creado, de la nada, para pagar sus obligaciones con los burócratas y los contratistas locales, y al hacerlo habrá dado paso al bimonetarismo (“dólares” electrónicos y dólares especie). Dada la preferencia por la “moneda dura”, el mercado rechazará la iniciativa del dinero transado en carteras electrónicas, mientras exista la opción de las transacciones en dinero en efectivo, o mediante cheques girados en dólares con respaldo de saldos.

El estrangulamiento tiene efectos perversos. La dolarización ha probado con creces su valor y virtudes.

El bimonetarismo es una imposición que no tiene futuro y la insistencia en la vigencia del mismo producirá daños irreversibles a la economía.