Bicefalia de
la corrupcion
Hoy este es un fenómeno y proceso nada novedoso en las sociedades. El Ecuador no es la excepción. El caso Odebrecht destapó múltiples hechos de corrupción de políticos latinoamericanos. Desde ahí se mira y martilla solo de un lado: gobernantes y políticos. Es paradójico que periodistas y juristas hayan creado una comprensión unilateral, pues se concentran en solo un sector: sobornados y corruptos. Pero han dejado y dejan afuera la cabeza y cuerpo del monstruo bicéfalo: empresas y ejecutivos. Se han dedicado a profundizar las investigaciones solo de un lado. Al proceder así la política, como proceso y producto, y la clase política como actor principal de ellas, son llevados al banquillo de los acusados. Sin embargo, no son solo los políticos, exgobernantes y gobernantes los que están implicados en este pestilente evento que tiene serias y severas derivaciones éticas, judiciales y penales.
La corrupción no existe desde que Odebrecht sobornó gobernantes, políticos y organizaciones varias, cuando en diciembre de 2016 el Departamento de Justicia de EE. UU. lo develó al mundo. El registro histórico del proceso dice que desde hace más de dos décadas viene en ascenso, no únicamente del lado de los políticos sino fundamentalmente en el ámbito de las grandes corporaciones y multinacionales. Solo hay que revisar la abundante información sobre los más sonados casos a nivel mundial como: Daewoo Motors (1998); Enron (2001); Merck (2002); Worldcom (2005); Olympus (2011); Toshiba (2014); FIFA, Petrobras, Petrotiger, OHL, Citibank, Volkswagen, Bankia (2015); Delaware (2018), empresas estatales Chinas, etc. Si queremos hacer una efectiva profilaxis ética, social y judicial, para garantizar que impulsores y beneficiarios de ella sean juzgados, es preciso que analicemos y juzguemos a corruptores y corruptos. No es correcto que solo se judicialice la política y los políticos mientras que las grandes empresas y corporaciones y sus ejecutivos implicados aparecen como inmaculados, inocentes ciudadanos decentes a quienes se los oculta cuando se invocan leyes del mercado donde no hay ética ni principios. Es hora de ser más objetivos y mirar también a un sector al que se lo deja en la sombra, con o sin intenciones.