Antiguo colegio. En la esquina noroeste de Chimborazo y Venezuela, hay un edificio que acogió a cientos de alumnos. Su abandono es notorio.

El Astillero, habitado por edificios sin vida

El sector del Astillero ha sido para Miguel Ulloa Paredes, un abogado guayaquileño, el barrio de toda su vida. Dice que le gusta recorrerlo cada cierto tiempo. Es por eso que se sabe de memoria los nombres de algunas familias reconocidas de la zona, la

El sector del Astillero ha sido para Miguel Ulloa Paredes, un abogado guayaquileño, el barrio de toda su vida. Dice que le gusta recorrerlo cada cierto tiempo. Es por eso que se sabe de memoria los nombres de algunas familias reconocidas de la zona, las empresas y hasta industrias que en su momento estuvieron establecidas ahí.

Esa es la razón por la que también ubica con precisión dónde están aquellas edificaciones que en los últimos 10 años dejaron de ser habitadas.

“En el rectángulo limitado por las calles Camilo Destruge, Cañar, El Oro y Eloy Alfaro, hay algunos edificios y locales abandonados, sin oficio ni beneficio para sus dueños ni para el sector que está muerto de actividades humanas y económicas”, dice Ulloa Paredes.

En esto concuerda Héctor Macías Carrillo, quien hasta el año pasado presidió la Asociación de Corredores de Bienes Raíces del Guayas Acbir-Guayas. “Es un sector que se deprimió para el negocio inmobiliario”.

Entre los inmuebles desocupados hay desde edificios públicos o que quedaron a medio construir. Uno de estos es el antiguo Dispensario N° 31 del IESS (esquina de Chile y Colombia), que desde que se construyó el Hospital del Día, en Eloy Alfaro entre Argentina y General Gómez, quedó sin servicio. Actualmente se lo usa como bodega de insumos médicos.

Un panorama que desde la visión de Macías Carrillo tiene una explicación: la depreciación urbana que genera la Metrovía cuando atraviesa un sector, en este caso, la calle Chile, y la diáspora de las últimas dos décadas con familias que trasladaron sus residencias a otros sectores.

María Leonor Luzuriaga, una arquitecta guayaquileña que hace cinco años realizó un estudio sobre el sector, dice que una primera ola migratoria se evidenció en los años de las décadas de los 50 y los 60, con traslados hacia Urdesa, Miraflores y Los Ceibos.

Ulloa Paredes, quien en un recorrido que ejecutó el pasado viernes acompañado de un equipo de EXPRESO, fue ubicando punto por punto los edificios desocupados, cree que el nuevo Gobierno o la Municipalidad podrían negociar con sus propietarios y entregar estos edificios a instituciones que dan servicios de salud, artísticos, infantiles o gerontológicos.

Así se lograría que estos inmuebles, de calidad, tengan un uso social práctico y que “el barrio recupere su imagen de vida, tan venida a menos”.

Por parte del Municipio, se planteó la recuperación de una de las edificaciones históricas, el castillo de Espronceda, pero no ha podido ejecutarse. Mientras que el Gobierno anunció en los últimos dos años un proyecto de extensión del malecón que atravesaría el barrio del Astillero, algo que tampoco se concretó.

Un barrio con pocos vecinos

Para quienes aún habitan en el barrio del Astillero, más que un asunto de nostalgia, lo que genera la ausencia de habitantes en estas construcciones es la imagen de abandono que evidencian: fachadas despintadas, puertas corroídas, soportales sucios. A esto se suma la inseguridad. “Aquí las luminarias (focos, fluorescentes) desaparecen”, dice Rita Leyes, quien reside hace 18 años en el barrio. Rocío Guerra George, quien lleva 52 años de vecina, asegura que la poca presencia de gente en el vecindario hace peligrosa la noche.