Assange Por que no te callas

Julian Assange, quien se encuentra asilado en la embajada de nuestro país en Londres, ha efectuado una serie de actos violatorios del derecho de asilo que el gobierno ecuatoriano los ha soslayado, en unos casos; y en otros, los ha justificado. La conducta de Assange es atentatoria contra la soberanía ecuatoriana. Es sorprendente que el gobierno nacional, que está obligado a defender la soberanía del Ecuador, haya silenciado ante el proceder del todopoderoso Assange. De acuerdo con el derecho internacional, un asilado político debe permanecer en absoluto silencio durante el tiempo que dure su asilo, razón por la cual no le es permitido hacer lo que Assange ha hecho. Él medió en la campaña presidencial de los Estados Unidos en contra de Hillary Clinton. No tuvo reparo alguno para en un momento determinado, desde su asilo, faltar el respeto al candidato presidencial Guillermo Lasso, así como también lo hizo con el actual presidente Lenín Moreno. Desde los balcones de la Embajada en Londres, en más de una oportunidad dirigió mensajes al mundo contraviniendo así el silencio que debe respetar. Últimamente, frente al grave problema que confronta España por la pretendida independencia de Cataluña, el 9 de noviembre último se reunió por más de cuatro horas en la embajada con un emisario independentista, sin que el gobierno ecuatoriano haya dicho una sola palabra. Un asilado político jamás puede intervenir en asuntos internos de ningún país, porque su actuación podría resquebrajar la relación diplomática con el asilante. La historia recoge el caso paradigmático del político peruano Haya de la Torre, dirigente del APRA, que perseguido por el gobierno dictatorial de Perú buscó asilo en la embajada de Colombia en Lima, en donde permaneció cinco años y siempre respetó el derecho de asilo manteniendo silencio absoluto durante todo su encierro. Frente a esta situación la opinión nacional exige que el gobierno ecuatoriano le obligue a Assange a mantener silencio en la embajada ecuatoriana; ya que, en caso contrario se vería obligado a dar por terminado el asilo del que hoy goza.