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Las armas nucleares amenazan

El golpe militar fallido en Turquía ha generado inestabilidad, paranoia y la persecución de todos aquellos de quienes se sospeche que se oponen al régimen. Afortunadamente los sublevados no se apoderaron de algunas de las decenas de armas nucleares de la base aérea turca de Incirlik, desde la que despegaron los aviones rebeldes. ¿Pero qué pasará la próxima vez? Las nueve potencias nucleares mundiales plantean que no hay que preocuparse demasiado: la combinación de protección física con, en la mayoría de los casos, salvaguardas electrónicas (enlaces a acciones de permiso, o PAL, por sus siglas en inglés) implica que sus arsenales seguirían siendo seguros incluso si se almacenan o instalan en países asolados por la violencia. Pero Robert Peurifoy, ex ingeniero sénior de armas nucleares en los Sandia National Laboratories, no está de acuerdo. Hace poco declaró a Los Angeles Times que esos dispositivos de seguridad (cuyas versiones anteriores ayudó a diseñar) solo pueden retrasar el uso de los terroristas de las armas nucleares de las que se apoderen. “O se tienen bajo custodia, o nos tendremos que ir preparando para una nube nuclear”. Sus declaraciones han generado justas inquietudes sobre la seguridad de las armas nucleares almacenadas en regiones no seguras. Piénsese en Pakistán, que posee el arsenal nuclear de mayor crecimiento en el mundo y sufre incesantes ataques terroristas del yihadismo y el separatismo. Ya ha habido ataques sobre instalaciones del ejército paquistaní que albergan componentes nucleares. Los temores aumentan con las nuevas “armas nucleares de batalla” móviles, más fáciles de robar. Corea del Norte, con su régimen volátil y voluble, es otra causa de preocupación. El Gobierno de Kim Jong-un, suspicaz del ejército, ha purgado repetidamente a los oficiales de mayor rango, lo que sin duda ha generado una oposición que en el futuro puede generar graves disturbios civiles. Y si bien otras potencias nucleares que dependen cada vez más del autoritarismo, como China y Rusia, parecen más estables, podrían enfrentar sus propios retos en caso de que se resquebraje su cohesión política. Es un acto de fe suponer que las armas nucleares seguirán siendo seguras, sobre todo en países inestables como Pakistán y Corea del Norte. Existe el riesgo de que las armas y materiales nucleares caigan en manos de grupos rebeldes, terroristas o incluso gobiernos fallidos y desesperados. Las potencias externas pueden lanzar un ataque con un objetivo específico, pero se necesitaría de los servicios de inteligencia. Otra opción, la invasión y ocupación, evita el reto de identificar sitios nucleares, mas, los costos son enormes y se requerirían inmensos ejércitos, con el riesgo de caer en una encarnizada guerra convencional y el posible uso de esas mismas armas contra los invasores. Una tercera opción es la contención nuclear, que depende de controlar todas las rutas terrestres, aéreas y marítimas de salida del país en cuestión, y fortalecer los servicios de seguridad cercanos y lejanos; persuadir a los custodios nucleares a arriesgar sus vidas en la defensa de los sitios nucleares frente a los terroristas o rebeldes, y que los países vecinos pongan en alerta sus defensas balísticas.

Ha llegado el momento de proponer nuevas ideas, con EE. UU. al frente (que sigue siendo el líder global en el combate de la proliferación). No nos podemos permitir estar parados en el precipicio de la catástrofe sin tener un plan bien pensado y con amplios apoyos.

Project Syndicate