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Ni un apice de meritocracia

Ni un ápice de meritocracia

Lo que esperamos de un régimen que se autocalificó de meritocracia, es que todas las designaciones, la selección de candidatos, la selección de quienes conformen ternas, etc. cumplan con este requisito indispensable. Los hechos han demostrado hasta la saciedad que de meritocracia no se tuvo ni un ápice. Basta presenciar, por ejemplo, las respuestas que da el exministro de Educación, todo un Bernard Law ecuatoriano (el obispo norteamericano que tapó la pederastia de los sacerdotes desde Boston, EE. UU.), aduciendo que la culpa es de sus subordinados, o que no tenía dinero para contratar abogados, cuando el principal interés debería ser la salud física, mental y moral de los niños.

José M. Jalil Haas