Fin de ano

Se terminó otro año y conviene analizar qué dejamos atrás. Destacan aún los coletazos del peor gobierno que la historia registra en Ecuador, gobierno que rompió todos los récords del centralismo y regionalismo concentrando en 10 años una inversión inusitada en Pichincha y marginado a la costa, prefiriendo la inversión en la sierra y oriente. El gobierno de Correa se ensañó especialmente con la provincia del Guayas, relegándola con desprecio, sin que su prefecto diga una sola palabra ante esta injusticia; todo lo contrario, se reveló como ferviente adherente a las políticas del correato. Las llamadas “fuerzas vivas” de la provincia tampoco brillaron por su altivez. Cómo se extraña a líderes anteriores que lucharon a brazo partido por los interese de esta ciudad y provincia.

En contraste al peor gobierno central, estamos dejando atrás el último periodo de uno de los mejores alcaldes que ha ocupado el sillón de Olmedo, honrándolo con obras de progreso y desarrollo que nos han devuelto la autoestima, el orgullo de vivir en esta ciudad pujante y libertaria. Un alcalde que gracias a su entereza y al respaldo ciudadano impidió que Correa barra con Guayaquil, como fueron sus malhadadas intenciones, fruto de sus demonios internos. Pero debemos mirar al futuro. Debemos luchar para que lo logrado en Guayaquil se conserve y mejore y ello depende de nuestra acertada decisión en las urnas.

Debemos luchar para que el centralismo y regionalismo se constituyan en vicios del pasado y que Ecuador sea un país en el que impere la justicia distributiva en lo económico y en lo político. Esto depende de nuestra responsabilidad cívica. Tenemos que luchar por un cambio radical en las estructures del Estado. Eliminar el mamotreto de Montecristi, reemplazándolo por una Constitución que reconozca a Ecuador como un país de regiones autónomas, que respete las grandes diferencias que tiene una nación de pequeño territorio, pero de tan diversos pensamientos, idiosincrasias y características. Solo así nos convertiremos en un país estructurado que no solo se unifique para animar a una selección de fútbol.