El alto costo de la impunidad (I)

Una de las peores lacras de nuestra estructura jurídico-política es el irrespeto a la institucionalidad. Evidencia de ello, entre otras muchas, es no contar con independencia plena en la administración de justicia, sea por obsecuencia con el Ejecutivo, cuando este cae, como es frecuente, en tentaciones totalitarias o, por subordinación a los mandatos de los jerarcas de los partidos políticos que deciden asumir su propiedad o de quienes a su nombre negocian las decisiones judiciales. Tanto es cierto lo señalado que bien se ha dicho: para ganar un juicio es mejor un mal diputado que un buen abogado.

Lo peor de lo señalado, que ya es bastante anómalo como para seguir pensando que somos una democracia, puesto que ni a gobierno constitucional llegamos, dadas las constantes violaciones a la Carta Magna a que estamos acostumbrados, es que el irrespeto anotado tiene como “daños colaterales” el permitir que delincuentes de toda laya se garanticen impunidad.

Para el caso de los delincuentes políticos, aunque se encuentre dinero robado en sus bóvedas, la perniciosa reelección hace que puedan ser reelegidos por un pueblo que cree que las acusaciones a que están sometidos eran solo “persecución política”.

Y como se ha degenerado tanto el fundamentarse en la defensa de los derechos humanos para sustentar ciertas decisiones, ahora resulta que propiciar la reelección presidencial es un asunto atinente a la defensa de los derechos humanos. ¡Vaya viciosa interpretación, sosténgala quien la sostenga!

Por otra parte, como la impunidad se compra y se dan sentencias tarifadas, de lo que el corrupto tiene que preocuparse para garantizar su impunidad es de guardar algo de lo robado... para lo fines consiguientes.

Así las cosas, se puede realizar cualquier diablura y la certeza es que no pasará nada. Una vez perdida la fe en la justicia, se asume que esta no existe sino como ficción y cualquier desmán es posible, tal cual los recientemente sufridos.

Finalmente, pues no intento hacer un catálogo de los males generados por la impunidad, se desestimula el comportamiento apegado a la decencia.