
Allanan la casa de Da Silva y lo llevan a declarar
No es fácil sorprender a los brasileños en tiempos de escándalos continuos de corrupción. Pero ayer pasó lo impensable: Luiz Inácio Lula da Silva, el que fue el presidente más popular de la democracia de Brasil, la cara mediática del Partido de los Tra
No es fácil sorprender a los brasileños en tiempos de escándalos continuos de corrupción. Pero ayer pasó lo impensable: Luiz Inácio Lula da Silva, el que fue el presidente más popular de la democracia de Brasil, la cara mediática del Partido de los Trabajadores (PT), el gobernante que sacó a 30 millones de personas de la pobreza, recibió el golpe más duro de su carrera y protagonizó el peor capítulo de la crisis del Gobierno de 12 años del PT. La policía llegó a la casa de Lula, la de uno de sus hijos y otras residencias cuya propiedad se atribuye a la familia, las registró y se lo llevó a declarar por supuesta corrupción.
Durante tres horas, el expresidente fue interrogado sobre su presunta participación en una trama corrupta que desangró durante años la petrolera estatal Petrobras. Aún sin tiempo para recuperarse del impacto de ver al presidente más popular de la democracia en esa coyuntura, los brasileños vieron por primera vez una acusación formal contra Lula, al que últimamente cercaban sospechas de corrupción, pero los investigadores no se habían pronunciado públicamente contra él con tanta dureza.
La fiscalía lo acusa de ser “uno de los principales beneficiarios” de un sistema de desvío de dinero en Petrobras (entre 2004 y 2012 salieron supuestamente 10.000 millones de reales, unos 2.400 millones de euros) para favorecer a empresas corruptas.
La macrooperación policial, bautizada como ‘Aletheia’, en referencia a la expresión griega ‘búsqueda de la verdad’, fue a lo grande: 200 policías y 30 auditores de Hacienda cumplieron órdenes judiciales en los estados de Sao Paulo, Río de Janeiro y Bahía. Lula reaccionó indignado en una conferencia de prensa después del interrogatorio forzoso, afirmando que se sintió “prisionero”.
“No debo nada a nadie y no temo nada”, dijo, con rostro cansado y rodeado de simpatizantes que lo vitoreaban en la sede del Partido de los Trabajadores (PT). “Si encuentran en mi cuenta un solo real que hable contra mi conducta, no merezco ser del PT”, insistió.
Los investigadores sospechan de una reforma de dos viviendas que frecuentaba Lula, pagadas por las constructoras Odebrecht y OAS, como una vía por la que el político recibió beneficios ilícitos. Las dos empresas ya estaban implicadas en la trama de corrupción de Lava Jato y pagaron, según los investigadores, con electrodomésticos y muebles de una casa y un apartamento de lujo.
Lula siempre ha insistido en que no tiene relación con estas reformas, porque los inmuebles no son suyos. Los fiscales también apuntan a donaciones y pagos de conferencias a Lula por parte de empresas investigadas en el caso Lava Jato.
La fiscalía ha sido durísima con el exsindicalista en el comunicado: “Dentro de una República, incluso las personas ilustres y poderosas deben estar sujetas al escrutinio judicial cuando hay fundadas sospechas de actividad criminal, que se apoya, en este caso, en decenas de testimonios y amplias pruebas documentales”.
Puede que su popularidad no sea la de antes (poco más de un 50 % de aprobación, frente al 80 % de sus mejores tiempos), pero Lula se perfilaba hasta ahora como candidato probable para las elecciones de 2018. Sobre todo porque Dilma Rousseff nunca ha mostrado el carisma de su predecesor. “Yo fui mejor que todos los otros presidentes de este país”, dijo el político de 70 años ayer.