Damnificados. La familia Sosa, una de las afectadas por el terremoto, vive en uno de los asentamientos irregulares que se armaron en el sector de La Chorrera, cerca de Pedernales.

Albergues con poca acogida

En Pedernales, no todos los damnificados están en los albergues. De hecho, la mayoría ha establecido sus propios asentamientos, lejos de los refugios que son administrados por el Gobierno.

En Pedernales, no todos los damnificados están en los albergues. De hecho, la mayoría ha establecido sus propios asentamientos, lejos de los refugios que son administrados por el Gobierno.

Esto dificulta la entrega de agua y víveres, el acceso a seguridad, salud y a las aulas móviles que empiezan a funcionar en este poblado, uno de los más afectados por el sismo del 16 de abril.

En esta población hay cuatro albergues bajo el control del Ministerio de Inclusión y que acogen a 1.215 personas. Pero, según el Ministerio del Interior, además, hay siete asentamientos irregulares en la periferia y nueve en la ciudad. Allí se refugian unos 1.316 damnificados.

¿Por qué no van a los albergues? Las razones son variadas. Van desde el cuidado de sus pertenencias, hasta el temor de alejarse del mar que es su única fuente de ingresos, en el caso de los pescadores.

A minutos del centro de Pedernales, en la vía a San Vicente, se levantan 10 carpas dispares al filo de la carretera. Unas vallas de la Policía las separan de la vía de alta velocidad.

Miguel Zambrano, de 20 años, miraba ayer con cautela para todos los lados. Él era el encargado de la vigilancia, mientras un grupo salió a desayunar en una de las casas que, aunque cuarteada, todavía está en pie.

“Nos quedamos porque si nos descuidamos se roban las cosas que se salvaron. Sí pasa la policía, pero los ladrones ven el patrullero, se esconden y luego aparecen”, dijo el joven a EXPRESO.

En este albergue no regular están alojadas unas 80 personas. Reconocen que les han pedido que vayan a los sitios oficiales, pero nadie les garantiza la seguridad de sus pertenencias, dicen. Y tienen un problema adicional: ha mermado la ayuda de agua y víveres. “Al inicio recibíamos de los carros particulares que pasaban, pero ahora eso también ha disminuido”, se lamentó Greisy Sosa, moradora del sitio.

Luis Varese, asesor del Ministerio del Interior, dijo a EXPRESO que no se va a forzar a nadie a salir de esos ‘albergues’, pero se están buscando soluciones. “La ayuda está llegando a todos por igual, pero sí puede ser que alguien no la haya recibido porque instaló un albergue recientemente”, explicó.

En la entrada a La Chorrera hay otro campamento de este tipo. Allí hay carpas entregadas por Samaritan’s Purse, el Gobierno chino y la Media Luna, de Irán.

Unas 200 personas, la mayoría pescadores, se rehúsan a alejarse del mar. Dicen que están acostumbrados a vivir de forma comunitaria. Les inquieta tener que convivir con extraños. Liz Piloso contó que hay vigilancia policial y reciben agua cada dos días. “Los víveres nos llegan cada cuatro días. Eso ayuda pero, a veces, se acaba antes de tiempo”, dijo esta madre de siete hijos.