Afiscalitis cronica

El título de este artículo no tiene relación con ninguna dolencia de tinte científico, es un juego de palabras de mi propia cosecha, que hace referencia a una enfermedad provocada por la ausencia continua del fiscal general titular.

Esta enfermedad se origina por las salidas constantes de los responsables de este cargo, lo que trae como consecuencia que sus segundos a bordo entren de inmediato en funciones.

La alta rotación de fiscales generales nos lleva a tener retrasos importantes en los procesos que sus predecesores venían desarrollando. Esta puerta giratoria que mete y saca fiscales generales debe parar.

Hemos sido testigos de que en corto tiempo y por razones de diversa índole, el país recibe su baja. La pregunta que flota en el ambiente es: ¿por qué no duran en el cargo y salen de manera recurrente?

Resulta inaudito que una persona acepte un cargo de tan alta responsabilidad para luego dejarlo botado a la vuelta de la esquina. Asombra aún más que abandonen el barco cuando este navega en un mar tempestuoso y plagado de casos de alta trascendencia para la vida nacional. Este organismo tiene en sus manos procesos de gran importancia, entre los que se cuentan casos con indicios de responsabilidad penal que involucran al expresidente y exvicepresidente de la República, exministros de gobierno y otras altas autoridades del régimen anterior. Además, manejan una serie de casos relacionados con tráfico de influencias, sobreprecios, escándalos en compra de armamentos y equipos militares, crímenes de Estado, secuestros, asesinatos, narcotráfico, terrorismo, entre tantos otros.

En mi opinión, el fiscal general de un país debe tener un perfil de características muy particulares: conocimiento académico, formación profesional, personalidad, valentía, honestidad, justicia y ganas de servir al país.

Esperemos que, por el bien del país, el Consejo de Participación Ciudadana encuentre de manera urgente la persona idónea para curar esta enfermedad de tipo agudo que nos aqueja: “afiscalitis crónica”.