Tarea. Viviana Malla va al colegio con su hijo de siete meses a quien coloca en un coche, junto a su pupitre.

Adultos regresan al colegio para terminar el bachillerato

Todos son mayores de edad (entre 20 y 29 años). Hay casados, sin compromisos, incluso madres solteras que han regresado a las aulas del colegio porque quieren graduarse de bachilleres. Lo hacen para lograr un trabajo y mejorar su situación económica.

Todos son mayores de edad (entre 20 y 29 años). Hay casados, sin compromisos, incluso madres solteras que han regresado a las aulas del colegio porque quieren graduarse de bachilleres. Lo hacen para lograr un trabajo y mejorar su situación económica.

En el colegio Carlos Julio Arosemena, ubicado en Guerrero Valenzuela y San Martín, cerca del centro de Guayaquil, hay 71 estudiantes que iniciaron el 5 de diciembre pasado el programa de bachillerato intensivo, que les permitirá terminar en cinco meses lo que en el sistema regular de educación les tomaría un año lectivo.

De los inscritos en ese plantel, nueve cursan el último año de bachillerato y deberán culminar sus estudios el 4 de mayo de 2017. Los restantes no cursaron los dos últimos años y deberán prepararse durante 10 meses para obtener su título.

Entre los que deben concluir solo el último año de estudios está Viviana Malla López, de 22 años, quien abandonó el colegio hace cuatro años cuando salió embarazada de su primer hijo. Ahora tiene dos y el último -de siete meses- la acompaña a su jornada de clases que se desarrolla desde las 14:00 hasta 18:00, de lunes a viernes.

“Al niño de tres años lo dejo con mi hermana, pero al menor lo traigo al colegio cuando no tengo con quién dejarlo”, dice Viviana, sentada en un pupitre, mientras mece el coche donde duerme su hijo y escucha la clase del maestro.

Ella quiere obtener el título de bachiller que en todo trabajo exigen. Pero también, desea continuar la universidad y graduarse de terapista.

En otra aula está Arturo Zambrano Rivera, de 27 años, un exalumno del Vicente Rocafuerte que en 2006 dejó inconcluso su tercero de bachillerato. “Me hice de compromiso y tuve que dedicarme a trabajar”, explica el actual taxista que aspira a ser agente de tránsito. “Y para eso debo ser bachiller”, manifiesta este padre de dos hijos, quien paraliza su automóvil mientras duran las clases.

En Guayaquil hay 4.873 alumnos que ingresaron a este programa. El estudio es intensivo. Ven todas las materias que exige el pénsum regular, aclara Evelyn Soria, subsecretaria de Educación de la Zona 8.

Debido a la exigencia, muchos han tenido que limitar su jornada laboral o cambiar sus horarios en el hogar.

“Este es un sacrificio que lo hago por mis hijos”, anota Kerly Moreira Sánchez, de 25 años, quien tiene cinco niñas cuyas edades fluctúan entre uno y once años.

Antes de ir al colegio, Kerly arregla la casa y cocina el almuerzo. Además se da tiempo para vender agua helada en la calle. Al regresar, después de la jornada académica, ayuda a sus hijas en las tareas escolares y prepara la merienda. “Es una tarea dura, pero sé que tendré mi recompensa”.