El Estado es todo

La contienda política se ha reducido al enfrentamiento entre las dos alas de Alianza PAIS. Esta confrontación se ha posicionado y, salvo una que otra comparecencia de personalidades de otras tiendas partidarias o de representantes gremiales, son los integrantes de aquellas facciones quienes ocupan la mayoría de los espacios en los medios. Explicar las razones de tal fenómeno es una tarea necesaria e impostergable.

Es inobjetable que en los diez años de “revolución ciudadana” el aparato estatal se erigió en el sujeto protagónico de la vida nacional, y que a partir de ello surgió una organización apuntalada por el manejo vertical del poder y por la disposición incontrolada, e ilimitada, de los recursos públicos. Tal situación, convertida en el referente básico de la acción proselitista de aquella, borró las diferencias ideológicas de los núcleos que la integraron, eliminó cualquier intento de fundamentar propuestas en postulados teóricos de transformación y cambio, pasó a depender de la voluntad omnipotente de su líder, pero, al mismo tiempo, consolidó la relación con el Estado como único factor de la dinamia partidaria ecuatoriana. Así, la fortaleza del “ogro filantrópico”, como denominara al Estado Octavio Paz, se convirtió en el centro de la acción política, dejando a un lado a la sociedad como espacio de procesamiento de las demandas, y arrinconando al cúmulo de actores que nunca pudo desprenderse de sus limitaciones de convocatoria ni rebasar el reducido impacto de su gestión. Y los resultados de tal situación están ahí: Aspiraciones parciales de colectivos que plantean la adopción de medidas desde sus intereses específicos y multiplicación de denuncias en torno a los incontables casos de corrupción, que de ninguna manera reflejan la existencia de una alternativa de país, ni de posibilidad alguna para la definición de políticas de Estado y líneas maestras de desarrollo y futuro.

El oficialismo está entrampado en su visión estatista del poder, y no hay señales de cambio desde la sociedad.