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Poder absoluto y corrupcion

Lord Acton popularizó la frase: “el poder absoluto, corrompe absolutamente”. Es aplicable a Venezuela, donde, de acuerdo a cálculos especializados, se estima que $350.000 millones han sido robados por gobernantes, contratistas y allegados al régimen chavista.

Una cifra de esta magnitud supera con creces el gasto total del gobierno ecuatoriano en una década, y se trata, además, del mayor saqueo perpetrado en la historia de la humanidad contra país alguno.

Es, por lo expuesto, una empresa de corrupción que toma la forma de gobierno y tiranía.

Sus manifestaciones son diversas. En la cúspide están las políticas y prácticas instauradas por el régimen chavista. En el diario vivir actúa la burocracia que todo lo regula y solo aprueba aquello por lo que, a cambio, recibe coimas. Está presente, además, la corrupción sistémica, producto de la simbiosis entre un gobierno corrupto y empresarios del crimen, los “hombres del maletín” de los negocios ilícitos, incluyendo el narcotráfico.

El aparato gubernamental chavista y sus circunstantes están infectados.

Incluidos en la cifra de los $350.000 millones de expoliación del pueblo venezolano están los gobernantes, interlocutores e intermediarios de los países cuya adhesión incondicional a la geopolítica chavista fue comprada con dádivas, donaciones, y transacciones sucias; los que armaron y promocionaron los programas sociales, que devinieron en negocios clientelares; quienes se robaron los millones en esquemas, como el del Sucre, propiciados desde la presidencia de la República; los que se beneficiaron de los sobrecostos y sobreprecios en las adquisiciones e inversiones “a dedo” bajo la mañosa excusa de estar en permanente estado de emergencia.

Incluye, además, a los jueces y magistrados de las cortes y los consejos que condonan las acciones ilegales y delictivas para dar la apariencia de legalidad al abuso del poder; los nuevos ricos que impúdicamente presumen de sus hábitos de consumo conspicuo al tiempo de proclamarse defensores de los pobres; y los padrinos que, cual capos de la mafia, han convertido al país en un emporio del narcotráfico internacional.

Venezuela es una dictadura que preside sobre un Estado fallido. Es la prueba más clara de poder sin límites materiales, o fronteras geográficas, de la corrupción.