El abismo de empezar a trabajar
Varios de los mejores graduados cuentan a EXPRESO su experiencia al salir de la universidad, en un país donde el desempleo se ceba con los jóvenes de 15 a 24 años
¿Sirve ser el mejor graduado a la hora de buscar trabajo? No.
No se conocen entre ellos (salvo dos) y no han llegado juntos, pero todos dan una respuesta coordinada. Son siete de los universitarios que terminaron sus estudios en 2016 con las mejores calificaciones de Guayaquil. EXPRESO les convocó, tras contactar con ocho de las universidades de la ciudad, para saber cómo fue su salto del mundo estudiantil al laboral justo en el mismo año en que la crisis económica se trasladó a las cifras de desempleo y de empleo precario.
Todos tienen trabajo. Es una gran noticia que, sin embargo, contrasta con un panorama laboral que, si a ellos les ha pasado rozando, a otros les toca de lleno. Las estadísticas oficiales perfilan una juventud con pocas esperanzas, donde son pocos los que logran un empleo adecuado y muchos los que no llegan a nada.
Uno de cada tres desempleados en Ecuador tiene entre 14 y 24 años y otro, tiene de 25 a 34 años. Es decir, dos de cada tres (69,3 %) personas desocupadas están en esa etapa de la vida en que están llamados a encontrar un primer trabajo, madurar, independizarse, quizá formar una familia, empezar a llevar una economía adulta, ahorrar, comprar una casa... Unos planes difícilmente ejecutables si el mercado laboral les cierra las puertas antes de abrirlas.
A nuestros siete seleccionados por sus altas calificaciones se les han presentado oportunidades laborales. Pero cuáles y cómo. A juzgar por sus calificaciones -ninguno baja del 9,5 sobre 10 o del 95 sobre 100-, deberían poder elegir un puesto afín a sus estudios y con un salario proporcional a sus conocimientos, pero no pasaron del condicional.
Eso sería “lo justo”, como cree Ana María Silva, pero la teoría dista de la realidad. Ella es ingeniera en Administración Hotelera y es la mejor graduada en toda la historia de la universidad Ecotec con una nota de 99 sobre 100. “El sueldo que me ofrecían en hoteles era el básico (menos las aportaciones) y para mí no es lo más justo, teniendo toda la educación en el ámbito hotelero, teniendo idiomas (inglés y portugués), es decir, después de haber invertido tanto no es como para recibir el sueldo mínimo y con turnos rotativos (incluidas las madrugadas)”, cuenta. Mientras consigue experiencia que le permita acceder a un hotel de perfil internacional, trabaja en una agencia de viajes como ejecutiva de ventas.
De sus testimonios salta un dato: quienes se formaron en centros privados reciben sueldos que duplican las remuneraciones de quienes optaron por la educación pública. Y, salvo una excepción, ninguno ha encontrado espacio en un puesto que encaje con su título.
Valeria Rodríguez, graduada en Economía Empresarial con un 96,70, sabe que su trabajo no se relaciona con sus estudios, pero valora la oportunidad de aprender mientras se enfoca en una maestría. María Inés García está en una situación similar y Pierina Cedeño, con menos suerte, sabe que su trabajo actual solo le ayuda como ingreso y no como experiencia en su área. Gabriela Sierra, profesora, es la única con un empleo adecuado y afín a sus estudios.
A Judit Behr, ingeniera en Ciencias Empresariales, la UEES le ayudó a presentarse a entrevistas para pasantías y una de ellas se convirtió en un trabajo real. Ahora, la misma universidad le da empleo en labores administrativas. Esa colaboración entre centros educativos y empresas, opina, es clave para que los jóvenes se inicien en el mercado laboral con mayor facilidad.
Y eso es algo en lo que hace especial énfasis Steven Campoverde, el único chico que aceptó la entrevista de los tres que aparecían en los listados facilitados por las universidades a EXPRESO. Estudió Economía en Gestión Empresarial y ahora trabaja en una empresa como asistente de cartera de clientes-administrativo. Es incisivo al solicitar más apoyo de las universidades. “Algo que he aprendido es que los buenos promedios y diplomas no ayudan al momento de integrarse al mercado laboral. Debería retribuirse nuestro esfuerzo a través de la generación de oportunidades laborales”, propone.
Pese a las complicaciones y los rodeos que les toca dar en sus primeros años como profesionales, todos sonríen y son optimistas. Un inicio difícil es, para ellos, estudiantes concienzudos, un reto más; y las cifras del desempleo y subempleo, unos números en papel que tratarán de desmentir en la práctica.
No es igual subempleo que informalidad
No hay que confundir subempleo con informalidad. La tasa de subempleo, según el INEC, está al 21,4 %. Eso significa que en uno de cada cinco trabajos no se paga lo mínimo legal o no se llega a la jornada semanal mínima. La informalidad, en cambio, afecta a casi la mitad de los trabajadores. El último registro dice que está al 45,6 %, un nivel que no se registraba desde hace una década. Y la informalidad, según el INEC, se refiere a las empresas o puestos de trabajo que no tienen Registro Único de Contribuyentes y, por ilógico que parezca, hay informalidad tanto en los empleos adecuados como en el subempleo. Según el reporte del INEC, son informales uno de cada cuatro empleos adecuados -los que sí pagan al menos el salario básico y cumplen con el mínimo de horas legal- y el 60 % del subempleo. Así, la informalidad es una categoría transversal que deteriora el empleo pleno y el empleo precario.
8,8 % empleo adecuado
Solo el 8,8 % de los empleos plenos -los que superan el límite legal en sueldo y horas- está ocupado por un joven (15 a 24 años). Son los otros grupos de edad los que, prácticamente, monopolizan los trabajos adecuados. Tanto así que el año pasado 50.034 jóvenes ecuatorianos perdieron su trabajo pleno cuando a nivel nacional el empleo adecuado perdió 29.601 personas. Esto es porque se hicieron contratos a grupos de más edad.
19,3 % subempleo
Hay 333.819 jóvenes de 15 a 24 años que tienen un trabajo en el que no le pagan o no trabaja lo mínimo legal. Este grupo de edad carga con ser una cuarta parte (19,3 %) de los subempleados de todo el país, deteriorándose esta cifra entre marzo de 2017 y de 2016. En el último año, casi 60.000 jóvenes se sumaron a los que no trabajan las horas mínimas y 17.000 más sin el sueldo básico. Además, son el 41 % de los que trabajan sin remuneración.
35,9 % desempleo
Como en el resto del país, las cifras de jóvenes desempleados ha mejorado. Han pasado del 39,1 % al 35,9 %. Aún así, siguen siendo el grupo de edad con más desempleados. Son 127.502 y de ellos, 55.565 no ha tenido nunca un trabajo. Una situación que se agrava si se suman los desempleados de 25 a 34 años, que son el 33,4 %. Eso hace que casi el 70 % de los ecuatorianos sin trabajo tiene menos de 34 años.