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De abismo en abismo

Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

El pasado miércoles, en su columna de opinión en el periódico “El Universal” de Caracas, Alcides Rojas recordó una frase del Comandante Hugo Chávez: “Estamos en un laberinto sin salida, en el que la solución de los problemas socioeconómicos de América Latina es lenta, vamos mal y vamos de cumbre en cumbre, mientras nuestros pueblos van de abismo en abismo”.

De acuerdo al título del artículo de Rojas, el texto pertenece al pasado pero es más bien una radiografía del presente. Venezuela está “con la inflación más alta del planeta y una industria por debajo del 40 % de su capacidad de producción”, señalaba el editorial del mismo periódico, añadiendo que se ha perdido el 70 % de los ingresos petroleros y, prácticamente la capacidad exportadora de productos no petroleros.

Lo verdaderamente sorprendente del angustioso proceso venezolano hacia el abismo o hacia el laberinto es la inmovilidad y rigidez del discurso oficial por una parte y por otra la incapacidad de asumir medidas concretas para detener el desastre o por lo menos amortiguarlo.

Pareciera como si la retórica agonística y sesentera del régimen tuviera como contraparte necesaria su incapacidad para generar acciones para invertir la situación. La víctima fascinada por la serpiente que es, en este caso, su propia retórica.

La culpa es ubicua: desde Álvaro Uribe hasta Mariano Rajoy, añadiendo a Mauricio Macri y por supuesto los EE.UU.

Sin embargo, en una guerra, si es que queremos aceptar esta metáfora bélica que es un verdadero caballo de Troya para describir la democracia, no se puede ser ciego ante lo más evidente, es decir, el reconocimiento de que existen sectores del propio bando realmente ineficientes, improductivos o inútiles en la contienda. Por ejemplo, las empresas estatizadas que producen pérdidas. Los tres tipos de cambio existentes cruzados con la inflación y el desabastecimiento. La inseguridad que ha hecho de Caracas la ciudad más violenta del mundo, con 119 homicidios por 100.000 habitantes. ¿Cómo evitar así la caída mortal?

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