
A los pies del Pichincha, Lloa se consolida como destino turístico de Quito
La parroquia impulsa su economía con turismo vivencial, caminatas al aire libre y gastronomía para este feriado
Entre curvas que serpentean la montaña y neblinas que se disuelven al amanecer, aparece un valle escondido que parece suspendido en el tiempo. Lloa, parroquia rural del suroccidente de Quito, se abre paso al pie del Guagua Pichincha, rodeada de quebradas, haciendas y senderos que invitan a la aventura.
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Senderismo, cascadas y aire puro en Lloa
En este rincón de tierra fértil y clima templado, la vida transcurre al ritmo de los pájaros, del sonido del agua y del saludo amable de su gente, que recibe al visitante como si fuera parte de la familia.
Lloa es la parroquia más extensa del Distrito Metropolitano y una de las más diversas. Su geografía combina páramos, bosques nublados, cascadas y tierras volcánicas que sostienen una agricultura productiva y una ganadería tradicional. Esa mezcla de naturaleza y cultura ha convertido al valle en un destino de escapada ideal para los quiteños que buscan desconectarse, respirar aire puro y disfrutar de experiencias auténticas sin alejarse de la ciudad.
A apenas 12 kilómetros del centro urbano, el camino hacia Lloa se convierte en una travesía hacia lo natural. Entre los atractivos más visitados está el complejo de cascadas y aguas termales de Urauco, un circuito de siete saltos del río dos piscinas termales administradas por los moradores bajo un modelo de turismo comunitario. En sus alrededores florecen las chuquiraguas, los pumamaquis y los zuros. Las familias locales ofrecen caminatas guiadas, alimentación y espacios de descanso.
El turismo vivencial es otra de las fortalezas de Lloa. En espacios como Molino Adventure Park o Cuscungo Adventure, los visitantes pueden pescar, acampar, realizar cabalgatas o lanzarse en parapente desde las laderas. “Lloa tiene diversidad, es un destino donde puedes vivir muchas experiencias”, comenta Liliana González, administradora de Cuscungo Adventure, quien desde 2019 ofrece hospedaje, minigranja y piscinas. Los precios van desde 20 dólares por persona y el público más frecuente son familias quiteñas que buscan contacto con la naturaleza sin multitudes.
El auge turístico de los últimos años también se explica por otro atractivo: la gastronomía. Para muchos, el sabor de Lloa es tan poderoso como su paisaje. El tradicional locro o el borrego asado, servido con papas, choclo, maduro y habas, se ha convertido en el plato emblema del valle. “Es una comida que da gusto a los sentidos”, dice Robin Gallardo, gestor turístico local, quien destaca que hoy existen más de 30 establecimientos gastronómicos y 12 complejos turísticos. “Aquí uno llega y se siente en casa; los visitantes regresan cada fin de semana y los dueños ya los saludan por su nombre”.
Sabores auténticos impulsan la gastronomía de Lloa
El Santo Locro es uno de esos espacios donde la tradición se sirve en plato grande. Su administradora, Adriana Antamba, rescata las recetas de su abuela Rosario: locros puros, sin crema ni caldos animales, preparados con papas de la zona. “Aquí la comida se cocina con leña, se ahúma un poco para que recuerde al sabor de casa”, cuenta mientras sirve un humeante locro de cuero. El restaurante abre fines de semana y feriados, con platos entre 7 y 9 dólares, abundantes y generosos, como la hospitalidad del lugar.

A unos metros, Carlos Tixe, propietario de La Cueva del Oso, mantiene viva la cocina andina desde 2007. Su especialidad es el borrego al carbón y la trucha salmonada, ambos productos locales. “Trabajamos con productores del Guagua Pichincha, todo es de la zona”, explica. Ofrece desayunos campestres con pan de horno de leña y chocolate caliente, almuerzos tradicionales de tres dólares entre semana y parrilladas de borrego los fines de semana. “El valor agregado es el servicio, que el visitante se sienta bien atendido”, recalca.
En la localidad también se ofrecen actividades de senderismo de día completo, siempre guiadas por expertos. Quito Turismo propone rutas especialmente diseñadas para promover la salud mental, donde los visitantes pueden caminar entre cascadas y bosques, conectando con la naturaleza. Una de las opciones es la ruta del Curiquingue, un recorrido más corto ideal para quienes buscan una experiencia ligera. Los paquetes turísticos tienen precios que van desde $7 hasta $21, y este último incluye refrigerio y almuerzo, con inicio a las 08:00.
El cierre perfecto para el recorrido lo pone la heladería Kukurucho -Placer sin culpa-, un rincón colorido donde un personaje disfrazado de cucurucho da la bienvenida. Su creador, Marcelo Calle, junto a su esposa Patricia Anangonó, ha desarrollado más de cien sabores artesanales: desde los clásicos reinventados hasta combinaciones insólitas.

Nueva ruta conecta Lloa con el sur de Quito
Entre los más llamativos están el helado de pájaro azul, el de mamadita -una mezcla de whisky, amareto y crema de café- y uno hecho con grillos deshidratados que se ha convertido en una curiosidad gastronómica. “Fusionamos lo ancestral con lo moderno, sin perder la esencia artesanal”, explica Calle, quien ha hecho de su heladería un punto imperdible para los visitantes.
Hoy, llegar a Lloa es más fácil gracias a una nueva ruta de transporte público que conecta directamente la parroquia con la Terminal Quitumbe, integrándose al sistema metropolitano. Por apenas 50 centavos, el visitante puede adentrarse en este valle que, sin perder su esencia rural, se proyecta como un polo turístico emergente.
Con estas propuestas, los emprendedores de Lloa han encontrado la fórmula perfecta para atraer a los visitantes. Cada fin de semana, las calles del valle se llenan de música y color.