José Hernández | ¿Noboa se está suicidando políticamente?

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El hecho político de fondo luce inverosímil: el régimen ni oye ni rectifica...

Muchos creyeron, analizando los resultados de la consulta del 16 de noviembre, que Daniel Noboa daría un golpe de timón. No era para menos: sumar 4 reveses, de 4 en juego, le imponía rectificaciones urgentes y profundas porque tiene aún tres años y medio de gobierno. Un mes después, el régimen muestra que ni recibió el mensaje del electorado ni lo procesó.

Eso implica dos graves errores de estrategia. Uno: el presidente no se percató de que perdió el teflón del cual creía estar revestido. Dos: en vez de sustentar con hechos los mitos que nutren su narrativa, él y sus funcionarios se han dedicado a licuarlos. Cinco mitos han quedado en el camino en esta operación ciega y suicida.

1. Noboa se autoimpuso un reto al pretender refundar al país. Hablar del “Nuevo Ecuador”, del “Ecuador (que) no se detiene” fijó un derrotero sostenido en una promesa. Las rupturas supuestas con el pasado no han dejado de ser meras ofertas de mercadeo, aupadas por su enorme equipo propagandístico. El ofrecimiento de cambios mutó en una decepción. Esa fue una de las lecciones del 16-N que él y su equipo han ignorado hasta ahora.

2. “El nuevo Ecuador resuelve” sigue esperando. No se trata de haber puesto en salmuera un lema. Se entendía que Daniel Noboa llegaba al poder con expertos, hostiles a la retórica y amantes de resultados concretos, medibles y visibles. El chasco es descomunal. No solamente no hay gestión, sino que sus funcionarios más cercanos han sido empleados de su grupo económico, son inexpertos y creen que lealtad al jefe es sinónimo de competencia técnica.

3. El gobierno engulló uno de los mitos que copió al correísmo: idealizar el papel de los jóvenes. Es claro que la adaptabilidad tecnológica y la apertura al cambio están de su lado y debe ser combinada con el conocimiento y la experiencia de generaciones mayores. Noboa ha desperdiciado hasta ahora la posibilidad de provocar un salto tecnológico, de conocimiento y de actitud en el país. Es imposible hacerlo con “jóvenes en acción” como Irene Vélez, Stalin Andino y Sade Rashel Fritschi.

4. Sin norte es imposible sacar al país de la desesperanza y llevarlo a orbitar a otro ritmo. A esa visión de país (que no aparece) hay que sumar, para convencer y seducir, suscitar confianza en el manejo de la cosa pública. Noboa lejos de entenderlo, ha dejado que su gobierno ancle mensajes que erosionan la credibilidad sin la cual es imposible encarar situaciones tan complejas como la inseguridad y el desempleo.

Tampoco ha tenido la mínima delicadeza con los fondos públicos, como lo ilustran los contratos con Progren, ATM y HealthBirth. El Ejecutivo en vez de rectificar ha perseverado en contratos truchos y sostenido a los funcionarios que han defendido esas raterías o se han lavado las manos con un cinismo atroz. Funcionarios sin vergüenza como Inés Manzano, Roberto Luque y José Julio Neira debieron dejar sus cargos hace tiempo y responder por sus actos.

5. El gobierno está intoxicado con la marea de propaganda que produce. La mitomanía es un componente de su suicidio político. No lee los hechos que provoca. No entiende que la impudicia institucional ante los contratos truchos puede ser interpretada como licencia, otorgada al más alto nivel, para robar. El gobierno actúa como si creyera que sus videos, su torrente de propaganda y el eco orquestado por sus influencers comprados, que hace rato dejaron de ser periodistas, le genera un marco de opinión favorable y uniforme. Hasta la consulta del 16-N esas dudas eran motivo de debate. El electorado las zanjó en forma irrebatible.

El hecho político de fondo luce inverosímil: el régimen ni oye ni rectifica y se esmera, con tesón inigualable, en halar la alfombra bajo sus pies. No le preocupa su quemeimportismo. Ni su cinismo. Ni cerrar los ojos. Ni dar la impresión de que lo más urgente para el equipo gubernamental es arreglar problemas y cuentas particulares. Si eso no es un suicidio político, toca pellizcarse para ver si uno anda despierto.