Hong Kong dice no al “sueño chino”

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Son cinco meses en un estado de agitación, luego de que unas protestas inicialmente pacíficas terminaron muchas veces degenerando en violencia. 

Al principio de su novela satírica El sueño chino, Ma Jian expresa su gratitud a George Orwell, autor de 1984 y Rebelión en la granja. Según Ma, Orwell “lo predijo todo”. Ma (cuya obra está prohibida en China y que vive exiliado en Londres) se refiere a las advertencias de Orwell sobre el peligro de un futuro totalitario de dictaduras que lavan el cerebro a la gente. Ma satiriza el emblemático “sueño chino” del presidente Xi Jinping. En la novela, un funcionario comunista cree que este sueño “se volverá mundial” y que el PCCh se convertirá en “el partido gobernante de la humanidad”. Pero antes de convencer a la humanidad de sus bondades, el “sueño chino” tendría que ser aceptado por el pueblo de China, incluidos los habitantes del Tíbet, Xinjiang, Hong Kong y Taiwán. Hong Kong lleva cinco meses en estado de agitación, luego de que protestas inicialmente pacíficas terminaron muchas veces degenerando en violencia de parte de la policía y de los manifestantes. Al principio las protestas se centraron en la propuesta del gobierno de Hong Kong de permitir la extradición de presuntos delincuentes a China continental. La ciudadanía hongkonesa temió que la extradición la dejara sin la protección del Estado de derecho y que legalizara en la práctica el secuestro de personas consideradas “enemigas” del Estado chino. Luego las protestas comenzaron a girar en torno de otras cuestiones, en particular el alto costo de la vivienda y los bajos ingresos. Desde junio, muchas personas (incluido un respetado expresidente de la Corte Suprema de Apelaciones de Hong Kong) pidieron la creación de una comisión para investigar los motivos de las manifestaciones, la respuesta policial y la conducta de los manifestantes. Pero con las manos atadas por el gobierno de Xi en Pekín, la jefa del Ejecutivo hongkonés Carrie Lam y su gobierno se negaron a crear dicha comisión, aunque tal vez eso hubiera puesto fin a la agitación hace meses. La dirigencia china y sus voceros en Hong Kong han insistido en que una mayoría silenciosa de la comunidad local se opone a los manifestantes y que detrás de las protestas hay una “mano negra”. Pero las elecciones locales del 24 de noviembre contaron otra historia. La cantidad de inscripciones para votar y la participación electoral fueron las más altas de la historia de la ciudad. Las fuerzas prodemocracia obtuvieron una victoria aplastante, con 347 de los 452 escaños. Los candidatos independientes, muchos de ellos también prodemocracia, consiguieron otros 45 escaños, mientras que el ‘establishment’ favorable a Pekín solo 60 escaños. Antes de la elección, los 18 concejos de distrito de Hong Kong estaban bajo control de fuerzas partidarias de China; ahora en 17 manda el campo prodemocracia. La insultante insinuación de las autoridades chinas de que la ciudadanía de Hong Kong fue objeto de manipulación es ridícula. La no tan silenciosa mayoría se hizo escuchar: parece que el “sueño chino” no tiene muchos entusiastas en Hong Kong. Algunos observadores creen que ahora las autoridades chinas intentarán limitar el Estado de derecho en Hong Kong, controlar el sistema judicial independiente, dictar leyes contra la sedición y subversión, y lavarles el cerebro a los niños de la ciudad. Si la dirigencia china fuera prudente se abstendría de este curso de acción, permitiría al gobierno de Hong Kong iniciar un diálogo con sus ciudadanos y usar una comisión investigadora a manera de un órgano de verdad y reconciliación. Los ciudadanos de Hong Kong quieren seguir viviendo en una sociedad libre bajo el Estado de derecho. Ese es su sueño.