Vacunar contra la corrupción

Bien haría entonces el Gobierno en ordenar que no se continúe haciendo oídos sordos respecto a los corruptos destituidos que de nuevo están haciendo de las suyas

Que la vacunación fue un gran logro, no dejan de repetirlo hasta los comentaristas que gustan distinguirse por mirar la otra cara de la moneda. Conviene insistir en que fue un logro colectivo, bajo el liderazgo presidencial, pero logro colectivo. Y ello para tratar de buscar otros de igual factura. El éxito de la vacunación, todavía no concluida, está por agotarse frente a la magnitud de los problemas que la pandemia, la separación física y el miedo mantenían ocultos.

Ahora, cuando una muy bien concertada pero infame actividad política-delincuencial asesina en los penales, en las calles, en las viviendas y una sociedad aterrorizada clama por acciones positivas, una frontal evidencia de lucha contra la corrupción, por ejemplo, es otra sentida aspiración nacional, que el paso del tiempo diluye en una gran frustración. En el Ministerio de Salud, los colegios médicos insisten en señalar a corruptos del régimen anterior, nombrados en el actual. Así como no puede descalificarse a todo quien colaboró en el pasado inmediato, es obligatorio tomar en cuenta la voz de las agremiaciones profesionales que los denuncian como tales.

Bien haría entonces el Gobierno en ordenar que no se continúe haciendo oídos sordos respecto a los corruptos destituidos que de nuevo están haciendo de las suyas.