El ritmo del despilfarro

Y llegó la pandemia. Si ya era mayúsculo el escándalo de que haya seres privilegiando sus intereses monetarios ilegítimos...

Tremendo rapapolvo ofreció Rafael Correa cuando llegó de improviso al hospital Teodoro Maldonado de Guayaquil y encontró un nido de descontrol con medicamentos caducados y sin usar. Era el año 2016 y el centro de salud se declaró en emergencia. Cambió el Gobierno, pero no los problemas en la gestión sanitaria. Ese hospital es del IESS, pero es lo mismo en los de Salud. En julio del año pasado, una nueva denuncia en el mismo hospital provoca la salida de 11 funcionarios. Sin mayores consecuencias.

Y llegó la pandemia. Si ya era mayúsculo el escándalo de que haya seres privilegiando sus intereses monetarios ilegítimos a costa de la salud y vida de los ciudadanos, es decir, de quienes pagan sus impuestos para que otros se los roben, el coronavirus lo convirtió en intolerable. Hora de buscar una solución de verdad. Los parches -léase, prometer más control y remover mandos medios- no iban a convencer a un Ecuador indignado.

Y encontraron la fórmula mágica. Un misterio de ingeniería administrativa jamás pensado por nadie antes en ningún Estado: centralizar las compras para evitar el despiste y el despilfarro de millones en ese menudeo de adquisiciones individuales por cada centro. Imposible que se les hubiera ocurrido antes. Impensable.