La manera como nos proveemos de fuerza eléctrica y motriz tiene implicaciones que impactan el destino del planeta. El calentamiento global es inminente y trae consigo la alteración catastrófica del clima, con sequías, incendios, inundaciones y el desplazamiento masivo de seres humanos que, según proyecciones, afectará a 3.000 millones de personas hacia mediados de siglo.

La dependencia en el petróleo con su producción de CO2, los escapes de metano, las prácticas agrícolas, los hábitos de consumo y desperdicio, la pérdida de biodiversidad, la quema de la Amazonía, son todas manifestaciones de una pobre convivencia entre los humanos y el planeta. El Ecuador no se puede abstraer de esta realidad y se requiere, más allá de los discursos, la vigencia de políticas de generación energética originadas en fuentes ecológicamente aceptables incluyendo, adicionalmente a la generación hidráulica, la captura de la fuerza termal de los volcanes, el impulso de las mareas y de los vientos en las altas cumbres, el reciclaje, y la conversión del parque automotor. Es una agenda extensa e intensa, pero se trata de que, como sociedad y como especie, podamos subsistir en este, el único hogar del cual disponemos.