Obras desechables

La mayoría de obras ‘emblemáticas’ están destruidas, en desuso, clausuradas o son objeto de procesos judiciales

Los recursos del país se invirtieron a lo largo de una década de gobierno en una serie de obras que por la mala calidad de la construcción, por su inadecuada ubicación y gestión, por su cuestionada utilidad o porque fueron aprobadas más por cumplir compromisos políticos o respaldar posturas ideológicas, que por necesidad o funcionalidad, han significado la dilapidación de dinero que pudo haberse destinado a atender los requerimientos en materia de salud, educación y, actualmente, más que nada en seguridad. La hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, las Escuelas del Milenio, la Plataforma Financiera en Quito, la Universidad Yachay, la explanada para Refinería de El Aromo, el aeropuerto ‘internacional’ de Santa Rosa, la sede de la Unasur, la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas, etc. Hoy la mayoría de esas obras ‘emblemáticas’ están destruidas, en desuso, clausuradas o son objeto de procesos judiciales por reclamos del Estado ecuatoriano a las compañías constructoras debido a que las fallas estructurales no permiten su operación en condiciones seguras. Dos de esas megaobras merecen especial atención por la coyuntura: el Sistema de Control de Inundaciones, que no ha funcionado apropiadamente; y la red vial, que está en pésimas condiciones en un altísimo porcentaje, cuando en promedio una carretera debe durar como mínimo 30 años.