Negociar, ¿el qué?

Esto es, interlocutores cuya única causa justa detrás de sus actos de reivindicación es la delincuencia

Los líderes de las bandas criminales que están en disputa en las cárceles no quieren ser trasladados a otros centros. Advierten de más muertos en el sistema penitenciario. Quieren quedarse donde están. ¿Para qué? Para seguir siendo reyes de la prisión desde la que controlan las actividades ilícitas de dentro y fuera de la cárcel. Y le mandan el mensaje al Estado de que no les muevan. Con motines sanguinarios y con advertencias. ¿Negociar? ¿Cómo va a negociar un gobierno, un Estado, un país con delincuentes? ¿Qué piden? Hoy, mantener su reinado carcelario. Mañana, ¿rutas protegidas para el narcotráfico? Es impensable y hasta insultante la petición. Ecuador no solo no puede negociar. Sería la rendición escuchar ese tipo de planteamientos. La paz social no se negocia a cambio de dejar hacer a las mafias. Lo que tiene que hacer el Estado es garantizar los derechos humanos de los presos que tiene bajo su custodia. Salirse de ese marco es ceder a las amenazas y abrir -o reabrir- un camino peligroso para el país y para los ciudadanos que son quienes finalmente pagan, con sus vidas, su tranquilidad y su integridad las consecuencias de los mandatarios que aceptan en el tablero de negociación a interlocutores que son mafias. Esto es, interlocutores cuya única causa justa detrás de sus actos de reivindicación es la delincuencia.