El narco enquistado

No es lo mismo un ajuste de cuentas que el fuego cruzado. El daño es el mismo: pérdidas de vidas humanas que valen exactamente igual. Pero no es el mismo problema. Y es importante saberlo para elegir la estrategia de pelea.

En las calles de Ecuador las cifras de muertes violentas se han disparado y tiene posibilidades de cerrar el año en 2.000 víctimas. Pero no se distingue las que mueren trágica y desafortunadamente por un hecho delictivo que termina mal de las que son asesinatos direccionados. La receta para combatirlos o reducirlos es distinta.

El Gobierno debe saber hasta dónde está enquistado el narcotráfico en el país. No solo en las cárceles o en las calles. Sino en las instituciones, en la Justicia, en las empresas, en la actividad productiva, en el día a día del país. Porque las muertes violentas son solo la punta de un iceberg que esconde a familias, barrios, cantones y hasta entes que se benefician del dinero negro que abunda en los aledaños del tráfico de drogas. Y si ha permeado tanto como parece, hasta el punto de contar con el silencio cómplice de los vecinos, difícilmente va a terminar esta ola de violencia aumentando los efectivos. Mostrar la contundencia del Estado es solo el primer paso.