Eterno cortoplacismo

Con la campaña electoral llegan las obras de bacheo y saneamiento. Quienes se reeligen, pasan tres años haciendo poco o nada, y apuestan solo al final. El mensaje que queda es que nunca tuvieron ni planes ni intención de dejar un mejor país

Una de las pocas motivaciones que aún mantienen los ecuatorianos por las elecciones son las obras. Llegada la campaña de los políticos, comienzan a reparar las calles y sanear bordillos. Todo lo que no se ha hecho en tres años, se ejecuta en unos meses. Justo a tiempo para que en el imaginario colectivo quede la idea de que la autoridad de turno sí hizo obras.

Más allá de una estrategia para la reelección, es una muestra de la principal deficiencia de la clase política nacional: no hay planes para gobernar. Si los alcaldes, prefectos y presidentes tuvieran por bandera servir al país, como dicen, no dejarían para la recta final los trabajos que les generan votos. Si tuvieran planes maestros, los proyectos se ejecutarían en sus cuatro años y, además, en las siguientes administraciones, con ellos o sin ellos a la cabeza. Pero esa es mucha generosidad para la talla de dirigentes de las que adolece Ecuador desde que hay memoria.

La lógica municipal y central no es la que busca dejar un mejor territorio para los ciudadanos que pagan religiosamente sus impuestos con los que se financian las obras y los servicios. No. La lógica es que hay que hacer todo lo posible para quedarse en el trono con el menor esfuerzo.