Editorial: La autoridad ausente

El país no puede tener policías, militares y agentes de tránsito fantasmas. Es hora de que ellos devuelvan con asistencia lo que los ciudadanos pagan

La frecuente ausencia de agentes de tránsito, de policías y de militares en los lugares donde deberían estar prestando sus servicios, muestra el descontrol de la autoridad y la poca atención, aunque se diga lo contrario, que los gobiernos nacional y local le dan a la demanda ciudadana de seguridad, en todos los ámbitos.

Los alcaldes, entre ellos el de Guayaquil, deben responderle a los contribuyentes las razones por las que no piden a las autoridades de tránsito que rindan cuentas por la ausencia de uniformados en las calles y avenidas, por donde circulan libremente vehículos sin placas y con vidrios oscuros, transportes pesados sin autorización y motociclistas sin cascos. Tampoco hay policías patrullando las calles ni militares haciendo control de armas, para lo cual no necesitan estar en estado de excepción.

La autoridad ausente, que da paso al desorden, es más notoria en las noches, en las vías a Samborondón y a la Costa, en la Zona 8 que integran Guayaquil, Samborondón y Durán, donde reinan la congestión vehicular y el libre albedrío de los conductores, en su afán por salir de los atolladeros.

Es hora de que autoridades, agentes de tránsito, policías y militares le devuelvan a la ciudadanía el salario que les paga el pueblo a través de los impuestos.