Editoriales
Creciente mendicidad infantil
Las cifras de la población de mendigos, con cada vez más presencia infantil, que hay en el país son importantes, pero mucho más las acciones concretas que empujarían la reducción de los índices, que van en aumento’.
La política estatal para combatir la mendicidad y el trabajo infantil, a la que se han destinado millones de dólares durante años (más de diez millones el año pasado), no ha logrado bajar los índices de extrema pobreza ni proteger a los menores de la explotación, el hambre o de las penurias que implica pasar día tras día a la intemperie. Resulta irrelevante que el Ministerio de InclusiónEconómica y Social tenga ubicados los corredores de mendigos que hay en el país, si las acciones emprendidas no han logrado sacarlos de carreteras y calles, ni acabar con las mafias estructuradas que alientan su crecimiento para su provecho. Mendigar se ha vuelto una escuela. Ni el Gobierno ni los municipios, peor las prefecturas o las juntas parroquiales, tienen cifras concretas de cuántos niños, muchos de brazos, permanecen en la vía pública con sus padres pidiendo limosna. La preocupación queda en simples enunciados pues no hay autoridad ni institución que haya creado infraestructura para atender a los sin techo o para asistir a esa niñez, cuyo futuro de desnutrición y miseria pasará factura al país en poco tiempo.
El combate a la mendicidad no se hace con medidas parches o programas esporádicos, sino con una política global de asistencia múltiple que ataque la raíz del problema.