Columnas

Política, memoria y bicentenario

El bicentenario debería comenzar como un ejercicio de revisión, readecuación, reestructuración y reposicionamiento de la libertad, y por lo tanto de la política.

La rememoración del bicentenario de la revolución de la sociedad guayaquileña del 9 de Octubre de 1820 no puede ser otra cosa que aquello que desde sus orígenes es: un hecho, proceso y evento político. Comprenderlo de otra manera es tergiversar el sentido íntimo que ese acontecimiento histórico produjo, consolidó y dejó como una herencia para todos los ciudadanos de ayer, hoy y mañana. Por eso tiene que ser asumido como lo que siempre ha sido: un conjunto de ideas, acciones y resultados de un evento eminentemente político. 

¿Por qué tenemos el deber de decir esto? Si la Revolución del 9 de Octubre de 1820 es, para la narrativa tradicional y moderna un hecho en el que la disputa era de principio a fin la libertad, ¿por qué afirmamos esto? Porque tratándose de la libertad de una sociedad como la guayaquileña y de un colectivo humano de ciudadanos, cualquiera que sea, siempre estará en disputa y se presenta como un hecho político. Así es porque “el sentido de la política es la libertad… La política es una necesidad ineludible para la vida del hombre; provee la subsistencia de la sociedad y asegura la vida del individuo. Si algo tiene que ver con la libertad es únicamente en el sentido de que esta es su fin, es decir, algo fuera de la política y para lo que la política es solo el sentido” (Hannah Arendt). 

También ese evento-acontecimiento y herencia histórica, desde esas narrativas, dominantes y revisionistas, comprende una posición sobre la memoria social, histórica, sociopolítica, ideológica-cultural e identitaria de ella. Por eso la rememoración bicentenaria y eventos de celebración de los 200 años deben ser efectuados como hechos y acciones políticas. 

Además, toda rememoración histórica, en este caso el bicentenario de la independencia de Guayaquil tiene que ser entendido básicamente como un ejercicio sociopolítico, ideológico y cultural de la memoria histórica, cívica y política de la ciudad, provincia, región y país, pues se trata de interrogar a la memoria (individual y colectiva) y al relato histórico sobre ella. Por lo tanto, el bicentenario debería comenzar como un ejercicio de revisión, readecuación, reestructuración y reposicionamiento de la libertad, y por lo tanto de la política.