Columnas

La desunión nacional

Los mercadoristas no quieren el control del Estado sino que socialicen sus pérdidas por incompetencia.

Unir al Ecuador diverso en su geografía étnica, economía e imaginarios es casi imposible, difícil de lograr. Sin embargo los padres fundadores lo realizaron. Así llamamos a quienes desde la independencia y siglo XIX, hicieron lo posible por conseguirlo. Sus integrantes y diferentes sectores políticos supieron y comprendieron su importancia. Sin embargo, esto que sabemos por historia y relatos no es conocido ni comprendido por muchos políticos de hoy, pues, como tirios y troyanos, jacobinos y girondinos, perros y gatos, desgarran cada día el presente-futuro de un país atormentado, dolido, con grave crisis de todo orden.

Hoy que la pandemia arrecia con fuerza en una segunda ola masiva y mortal, cuando los recursos no alcanzan y la incivilidad es una conducta antisocial, salvaje y cotidiana, recordar lo que esos padres fundadores hicieron es más importante que nunca.

En 2021 somos un país en crisis continua: socioeconómica, política, étnica y cultural. Y como dijo Leopoldo Benites Vinueza, somos un “Ecuador drama y paradoja” (1950). A lo mejor, más que eso: una real y efectiva tragedia griega, con 100 años de soledad y angustia. Políticos, gremios y diversos sectores se empeñan en desgarrar la posibilidad de una patria unida en su rica diversidad. Cierran y dinamitan todos los caminos. Creen que adorando el becerro de oro del estatismo esquizofrénico y convirtiendo a la población en empleados públicos y pordioseros se llega al paraíso rojo. También los que adoran al becerro del oro del mercado piensan solo en la ganancia voraz y no en la solidaridad, justicia y necesidad de crear un Ecuador para todos.

En 1943-44 el país vivió una crisis de desunión, grave y profunda. Pero todos fueron capaces de unirse en mayo de 1944, y orientarse al futuro. Esto debe ilustrarnos hoy. No podemos seguir con lo que desea el odiador, autoritario y violento líder político que ansía que todos sean ejecutados por su sed de venganza. Los mercadoristas no quieren el control del Estado sino que socialicen sus pérdidas por incompetencia. Así, buscar la unidad y hermandad entre los ecuatorianos diversos es la tarea que hoy más que nunca nos compete a todos, sin banderas políticas ni dogmatismos y sectarismos ideológicos.