Columnas

La “no ciudadanía” de un Estado inconcluso

La gavilla de rateros del correísmo manipuló el concepto de ciudadanía. Su caudillo les decía “pueblo”, “compañeros”, “amigos”, etc. El resultado: el saqueo total.

Aceptemos que Ecuador es un Estado nacional inconcluso con precaria “ciudadanía fallida”. Somos aún una sociedad política (Estado en construcción). La sociedad civil no es de ciudadanos sino de 17 millones de habitantes, moradores y ocupantes de un espacio regional heterogéneo con diversidad medioambiental, ecológica y cultural. Marqueteros, empresas electoreras (que dicen ser partidos) niegan esto. Intereses y oportunismo político no les faltan. La gavilla de rateros del correísmo manipuló el concepto de ciudadanía. Su caudillo les decía “pueblo”, “compañeros”, “amigos”, etc. El resultado: el saqueo total.

La gran mayoría de líderes, caudillos, dueños de partidos y membretes electoreros ignoran el sentido íntimo de ciudadanía. Desconocen el vínculo de esta con la declaración de deberes y derechos de una sociedad civil integrada por ciudadanos, como lo dicen los documentos de Filadelfia (1776) y Francia (1789). En el país la COVID-19 se expande por indisciplina y relajamiento social de una “ciudadanía fallida”, que cree tener solo derechos y no deberes. No tiene cultura ni prácticas ciudadanas. Ignora qué es un contrato social del Estado y la sociedad. Por esto pide que este le dé todo, sin contrapartidas de responsabilidad.

No es error afirmar que somos aún un país de “ciudadanía fallida”, que pese a 190 años de república no logra ser un Estado nacional de ciudadanos. Somos un país de 17 millones de ocupantes de un territorio que quiere ser Estado nación unitario con “ciudadanía fallida”.

Diversos procesos no hacen posible esto: la diversidad regional. Su situación y desarrollo desiguales, constantemente bloqueados y reprimidos.

Las débiles instituciones sociales, políticas y jurídicas así lo dicen. Los partidos, caudillos, populistas, déspotas, autoritarios, corporativismos y las prácticas electoreras y mesiánicas de líderes y partidos, así lo dicen. En la pandemia no es la indisciplina social la que crea más contagios sino la conducta irresponsable de habitantes que lo certifica. Incluso en las decisiones electorales eligen déspotas, mesías que finalmente terminan robando los fondos públicos. Como lo dice nuestra historia: somos aún, un “Estado en construcción con una ciudadanía fallida”.