Premium

Sophia Forneris | Un presidente de ceremonias

Avatar del Sophia Forneris

Lo que Ecuador necesita hoy no es más convenciones internacionales, necesita lo que no se está haciendo: orden interno

En política los presidentes suelen ser evaluados por su capacidad de liderar, gestionar crisis y sostener un rumbo coherente. Cuando fallan no es por opinión o narrativa: es porque la realidad se impone. Y en Ecuador la realidad hoy habla de un gobierno que más que gobernar administra el país como si fuera una ceremonia: muchas fotos, poco orden; muchos viajes, pocos resultados.

La ineficiencia ya no es percepción, es patrón. El Ministerio de Salud se ha convertido en un despacho itinerante, cambiado como pan caliente, con ministros que duran semanas y se van sin explicar absolutamente nada. Mientras tanto, el sistema sanitario continúa deteriorándose, sin insumos, sin rectoría y sin un solo plan técnico sostenido. A eso se suma un liderazgo fragmentado en la cúpula del poder. La vicepresidenta ha terminado siendo una versión suavizada de Verónica Abad: menos estridente, pero igual de ausente. Su relación con el presidente es casi inexistente; pocas veces se los ve juntos, y menos aún trabajando en una agenda compartida. ¿Cómo se sostiene un gobierno cuyo binomio no dialoga? Todo esto revela un problema más profundo: administrar un Estado requiere capacidades reales, no solo discursos ni cuentas verificadas en X. Y cuando quienes nos gobiernan jamás han demostrado administrar con efectividad ni siquiera emprendimientos propios, ¿cómo esperar que organicen un país entero? Mucho menos uno en crisis.

Lo que Ecuador necesita hoy no es más convenciones internacionales, necesita lo que no se está haciendo: orden interno. Porque ningún país es atractivo hacia afuera si está desorganizado por dentro. Estados Unidos -nuestro socio más importante- lleva meses reforzando sus fronteras y restringiendo el ingreso de migrantes porque comprende que la estabilidad empieza por casa. Aquí, en cambio, vemos más peleas en redes que políticas públicas, más bochinche innecesario que respuestas sobre temas concretos -como el caso HealthBird- y más ceremonias que decisiones. Y ante este panorama, la pregunta es inevitable: ¿quién gobierna realmente? Ecuador ya no puede permitirse otro gobierno que confunda liderazgo con protocolo, ni gestión con foto oficial.