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Sophia Forneris | El país que expulsa a sus jóvenes

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El empleo posgraduación se ha vuelto un mito más de una historia que el país insiste en contar

En el Ecuador de hoy migrar ya no es una elección: es una estrategia de supervivencia. Para miles de jóvenes adultos, irse del país se ha convertido en la única forma real de aspirar a una vida digna. No se trata de falta de amor por la tierra, sino de ausencia de horizonte. Cuando el futuro no se construye, se huye.

Las redes sociales -TikTok, Instagram, YouTube- cumplen hoy una doble función inquietante. Por un lado son un escape frente a la violencia cotidiana, al miedo normalizado, a las calles tomadas por la inseguridad. Por otro, se han convertido en herramientas de reclutamiento para bandas criminales que ofrecen dinero fácil a jóvenes sin opciones, sin empleo y sin expectativas. No es glamur lo que venden, es desesperación maquillada.

A nivel global, la migración juvenil suele responder a la transición natural entre educación y empleo formal, a la búsqueda de mejores salarios, habilidades y calidad de vida. En Ecuador, en cambio, refleja el colapso de esa promesa. Las universidades ya no garantizan movilidad social, como lo hacían hace quince años. El empleo posgraduación se ha vuelto un mito más de una historia que el país insiste en contar, pero que ya nadie cree.

La ideología del ‘emprendimiento’ ha terminado siendo un eufemismo para informalidad. Se celebra al joven que ‘emprende’ sin preguntarnos por qué no puede acceder a un trabajo formal. Y no se puede culpar a quienes lo intentan cuando incluso empresas que deberían ser serias incumplen la ley.

Entonces, ¿de quién es la culpa? ¿Del joven que busca un sustento para sobrevivir o del Estado que olvidó su rol básico de garantizar condiciones mínimas? Celebramos aumentos al salario básico sin medir el impacto real: para muchas empresas, incluso $ 17 significan despidos. Y así, el círculo se repite.

Migrar se celebra cuando llegan remesas. Los titulares aplauden su crecimiento como si fuera un logro económico. Pero las remesas no son éxito: son síntoma. Son la prueba de que el país expulsa a sus jóvenes y luego se sostiene gracias a ellos desde fuera. En Ecuador el futuro existe solo para quienes nacen con privilegios. Esa es la verdad incómoda que nuestros gobernantes se niegan a discutir.