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El suicidio

Avatar del Rubén Montoya

Fue Lasso quien se bloqueó a sí mismo cuando decidió no hacer política de verdad y gobernar un país como si fuera un banco...

Mientras escribo, Guillermo Lasso anuncia su decreto de Muerte Cruzada, que significa convocatoria urgente a elecciones generales. De ese modo, desactiva lo que su temor le hace prever como derrota en el juicio político que le inició la Asamblea Nacional.

El presidente argumenta que lo hace por “la grave crisis política y conmoción interna” que vive el país ante el bloqueo de la Asamblea y su constante intención de desestabilizarlo. Tiene razón, pero la tiene desde que supo que gobernaría con un enemigo así. Que nuestro Legislativo es una vergüenza no es novedad. Y tanto es así, que Lasso tuvo la esperanza de torcer votos para que lo apoyen. ¿Y cómo lo iba a lograr sino comprando conciencias en oferta? Malo no es solo el que se deja comprar…

No pudo hacerlo, y hoy actúa a la desesperada: recurre a la muerte cruzada cuando se siente perdido. El escenario ideal para decretarla ya pasó: Lasso valoró mal que la única chance que tenía de usarla en su favor fue al principio de su mandato. Fue él quien se bloqueó a sí mismo cuando decidió no hacer política de verdad y gobernar un país como si fuera un banco. Su soberbia le impidió ver que, sin fuerza moral o una mínima popularidad en las espaldas, la muerte cruzada es un suicidio. Y una alfombra roja para la muy posible vuelta de los enemigos que él anunció que desterraría. La soberbia nos vuelve tontos.

Ahora vendrán la incertidumbre y la verdadera conmoción. Nos enfrentaremos a un escenario en que los políticos mostrarán sus cálculos y garras para disputarse el poder a dentelladas. Vendrán días de análisis sesudos de abogados, que armarán un ruido jurídico que solo lo entenderán ellos. Y sus patrones. Ya se sabe: donde hay un abogado, hay dos opiniones distintas, las que quiera el cliente. Y donde hay veinte…

Y mientras el ruido de acciones de inconstitucionalidad o similares llene los titulares, nuestros líderes nos entretendrán con el desfile de candidatos y sus llamados a un futuro mejor y bla, bla, bla. Ellos estarán en su salsa. El resto, los que apenas contamos para ir a votar, veremos en primera fila la crónica de un suicidio. De uno que no será solo el de un presidente.