Desarmados

"¿Portar armas es la respuesta más idónea y efectiva para reducir la delincuencia? ¡Si no podemos portar bien ni una mascarilla...!"
Entrará pronto a debate un proyecto de ley que permitiría el porte de armas a los ciudadanos. Sus defensores creen que así los índices delincuenciales bajarán drásticamente, porque ante un colectivo armado los criminales desisten de actuar o se lo piensan: el poder disuasivo, creen, obrará el milagro. El segundo criterio es que el Estado ha abandonado su obligación de protegernos, abonando el terreno para que la inseguridad crezca y se consolide.
Curiosos argumentos, de una liviandad que asusta. ¿En qué experiencias previas, qué estudios, qué datos concretos sostienen sus afirmaciones?
Una problemática social de tan honda raíz y de ramificaciones que matizan cualquier debate, debe ser discutida sobre bases más sólidas. No puede levantarse una campaña con meras percepciones u opiniones que suelen reproducir prejuicios y no hechos.
Tampoco el de defender a ultranza su prohibición, por supuesto. Pero empecemos por lo básico: ¿portar armas es la respuesta más idónea y efectiva para reducir la delincuencia? ¿Está preparado para hacerlo un país con una democracia tan incipiente y un sistema social que no privilegia la educación como el motor de su progreso? Si no podemos portar bien ni una mascarilla… ¡Por favor!
Plantear el tema, cuando el clima social -luego de una pandemia tan cruel y devastadora- es de crispación y ganas de desahogo, francamente es insensato.
¿No es más lógico exigir y propiciar del Estado un sistema de defensa y control más efectivo?
En EE.UU., una democracia bastante más sólida que la nuestra, la mayoría de sus habitantes brega por la prohibición de tenencia de armas, harta de que cualquiera pueda poseerlas y de las masacres violentas que ha sufrido en los últimos años. Ese país concentra el 42 % de las armas del planeta, pese a que su población representa solo el 4,4 %. Una locura.
Y por último: cuando quienes discutirán ese proyecto son los asambleístas que tenemos, de una mediocridad y una glotonería que avergüenza, lejos de pensar que nos vamos a proteger contra algo, creo que nos vamos a quedar en descampado. Necesitamos un debate más serio. Y menos desarmado de razones.