Premium

Bukele, ese falso valor…

Avatar del Rubén Montoya

Bukele dice no amar al poder, pero impondrá su candidatura a la reelección… que está prohibida en el art. 152 de su Constitución...

Opinar críticamente sobre Nayib Bukele hoy es muy impopular en América Latina. Según Gallup, es el presidente mejor valorado de la región: tiene el 90% de respaldo. Y dos de cada tres latinos lo querrían ver como “su” presidente. Es el Bad Bunny de los ‘presis’.

Bukele es un capo: hijo de la publicidad, aprendió desde joven sus mañas, ese tufo a verdad maquillada que es su esencia. Y entonces hizo de su mandato una gran cuña comercial. Su eficaz cruzada contra grupos criminales le dio un aura de héroe. Y él la difunde con pasión de devoto y recursos de TikTok. Sus videos muestran grandes cárceles, pulcras y seguras, donde se achicharran legiones de pandilleros semidesnudos y tatuados hasta en el fundillo. Es Dios encerrando a los diablos para que se pudran en las mazmorras del infierno. Básico, pero efectivo.

Solo que el héroe tiene pies de barro y alma de dictador. Para lograr seguridad, cooptó la Justicia y militarizó al Congreso. Redujo libertades, violentó procesos. Los detenidos sin fórmula de juicio ya suman miles. ¿Y si son inocentes? Poco importa: cuando alguien hace el bien comete errores, ¿verdad? Para Bukele, si tienes cara de culpable, lo eres. Mañana encarcelará opositores que lo miren mal.

Bukele censura contenidos que le disgustan y dice no amar al poder, pero impondrá su candidatura a la reelección… que está prohibida en el art. 152 de su Constitución, ¡y en cinco normas más!, por las dudas. Y salvo en seguridad, las cifras salvadoreñas son tristes: más de la mitad sigue viviendo en la pobreza y su tasa de desempleo es la más alta en una década. También allí la mayoría de jóvenes quiere irse…

Pero sus logros en homicidios y robos son espectaculares: los más bajos en treinta años. Es muy difícil criticar el apoyo de salvadoreños a su presidente; el problema es el precio que se paga. Apoyarlo es quitarse la máscara de demócrata y asumir que es normal, y ético, resolver un problema creando otros, violando derechos, eternizándose en el poder.

Cuando Bukele imponga esta semana su candidatura mostrará el verdadero costo de su triunfo temporal: será dejar sin riendas a un dictador.