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Asamglosistas

Avatar del Rubén Montoya

Porque elegimos asambleístas, no futuros prontuariados

Esta Asamblea Nacional hace esfuerzos sostenidos por lograr lo que parecía imposible: ser peor que la anterior. Guadalupe Llori, Rosa Cerda, Bella Jiménez, Darwin Pereira… De la presidenta que en plena crisis manda presuntamente a comprar una flotilla de autos nuevos -y sigue sin transparentar el tema- a la vicepresidenta que, según sus propios asesores, se quedaba con buena parte del sueldo de ellos.

¿Recuerdan a la asambleísta Cerda pidiendo que roben, pero que lo hagan bien? Pues al parecer no le hacen caso… Se les nota.

La Contraloría lo ha notado. Hay 32 asambleístas que tienen glosas. No todas implican responsabilidad penal, por supuesto: hay glosas solo administrativas y, además, todo implicado tiene el inviolable derecho a la defensa. Pero ¿y las que sí señalan delitos? Hay US$ 48 millones que no tienen justificación…

A todas las glosas el contralor subrogante las declaró reservadas. Y, claro, hay un coro de interesados en que eso siga así, tapadito, escondido, lejos de los ojos de los periodistas que sí husmean y preguntan y molestan con j.

Tienen un problema esos asambleístas… Porque son nuestros representantes: los elegimos para dictar leyes justas y fiscalizar con honestidad. No para que uno, o muchos, usen el cargo y se enriquezcan. O trafiquen sus influencias para ser agencia de pipones. O cobren diezmos a sus empleados. O llenen sus alforjas firmando contratos chuecos con la vaca lechera del Estado.

No los elegimos para eso. Los elegimos para que nos representen. Y como son nuestros empleados, también para que rindan cuentas. Nos las deben…

Ustedes, asambleístas glosados por la Contraloría General, tienen que darnos la cara. Y mostrarnos que esa entidad, con todo y su prestigio por los suelos, posee o no la razón.

Por ahora es muy sospechoso que no quieran responder. Y ustedes son nuestra voz. Y si acaso fuimos ligeros o despreocupados al elegirlos, en delegarles nuestra facultad y derecho, ahora toca no serlo cuando se trate de exigirles transparencia y honradez. Y si algunos no la tienen, pues tenemos que despedirlos. Porque elegimos asambleístas, no futuros prontuariados.