Rubén Montoya Vega: Refundar los valores

No será una Asamblea Constituyente la que resuelva nuestros problemas esenciales
Mientras el país asiste a la futura decepción que le dejará su enésima Asamblea Constituyente, hay dos hechos que deberían hacernos pensar si es allí donde debemos refundarnos.
Primero, la confirmación de que los cuatro niños de Las Malvinas desaparecidos el pasado diciembre fueron torturados. Al mes de la tragedia, ante el silencio evidente de casi todos los medios y de ese infierno llamado redes sociales, dije que al país le valía madres que ellos hayan sido detenidos, torturados, abandonados, asesinados. Y mutilados.
Lo reitero. Porque es de un país hipócrita y enfermo que el caso reviva sólo porque dos militares medio arrepentidos confirmen lo que los hechos gritaban hace meses. Más hipócrita será si esto no lleva a que todos pensemos qué hicimos y dijimos cuando el Gobierno y las FF. AA. nos vendían su indolente tesis de que no tenían nada que ver con la masacre.
Y más enfermo estará si ahora el Estado no asume su responsabilidad, lo cual incluye hacer una limpia en toda regla de sus pestilentes organismos de seguridad. ¿No es hora de qué definamos para qué altísima tarea están y qué principios deben evidenciar?
Segundo, el modo en que nos venden el escándalo de los audios sobre la Liga Azul. “Es maquiavélico” que se hayan hecho las grabaciones, dijo una indignada Luisa González, la señora a la que sus compañeros llaman títere. Para ella eso es una “falta absoluta de principios y de valores”.
Sí, lo es. Pero lo más grave no es lo único que le importa a ella, a su partido y a los ¿periodistas? que les sirven de cachiporreras. Y es posible que, a muchos en el país, también. Lo más grave es lo que los audios revelan: la existencia de una estructura, inmensa e inmoral, diseñada para adueñarse de las instituciones sin que importe un carajo los métodos: designar a dedo a cualquier pendejo, amañar concursos, comprar conciencias. Es eso lo que debiera espantarle ¡oh, señora indignada!
No será una Asamblea Constituyente la que nos resuelva problemas esenciales. Va más allá nuestra debacle, es más profunda. Nuestra herida mayor, la que debemos curar y refundar, es nuestra endémica ausencia de valores.