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La Corte Penal Internacional

Avatar del Roberto Passailaigue

Con esto deben poner sus barbas en remojo, porque a cada quién le llega su hora

La Corte Penal Internacional (CPI) creada por el Estatuto de Roma de julio de 1998 tiene competencia para juzgar a personas acusadas de los crímenes sumamente graves de trascendencia internacional, como son el genocidio, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y el crimen de agresión. Es un tribunal penal con carácter de permanente y con personalidad jurídica internacional, que se diferencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que es el órgano judicial principal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que tiene competencia en disputas entre Estados.

Fundamenta su accionar en los principios de cooperación y complementariedad, que le permite actuar cuando los Estados no pueden o no quieren investigar, enjuiciar y sancionar a algún transgresor al derecho humano o crímenes de guerra.

No debe pasar desapercibido que esta Corte ha emitido orden de arresto contra el presidente ruso Vladimir Putin, como presunto responsable de la deportación ilegal de niños de Ucrania y su traslado hacia Rusia, considerado como crimen de guerra según el Estatuto de Roma. De igual manera dictó orden de detención contra María Lvova-Belova, comisionada presidencial para los Derechos del Niño en Rusia.

¡Quién iba a pensar que alguna autoridad, algún día, pudiere dictar orden de detención contra el presidente de una de las naciones más poderosas del mundo! No lo digo por que estuviera mal, sino más bien porque se ha tenido la decisión y entereza de hacer justicia a las víctimas de esos abusos e ilegalidades, sin importar quién o quiénes son los presuntos autores de las matanzas, de los crímenes de guerra y de los delitos de lesa humanidad.

El hecho debe preocupar a dictadores de Latinoamérica como Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega y su cómplice esposa en Nicaragua, y a muchos otros enraizados en el poder o prófugos, con pantalla de presidentes democráticos o perseguidos políticos, pero que realmente han sido o son dictadores totalitarios, absolutistas y crueles. Con esto deben poner sus barbas en remojo, porque a cada quién le llega su hora.